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Man Ray, seudónimo de Emmanuel Radnitzky, fue un artista modernista estadounidense e importante contribuyente a los movimientos dadaísta y surrealista, conocido por aplicar estas corrientes artísticas también a la disciplina fotográfica.
Nacido en Philadelphia en 1890, Man Ray fue un creador polifacético y vanguardista. Descendía de emigrantes rusos de origen judío, que cambiaron su apellido a «Ray» para evitar la discriminación antisemita que proliferaba en la sociedad de la época.
Sus padres regentaban una pequeña sastrería, y aunque Man Ray siempre buscó distanciarse de sus orígenes humildes (siempre mantuvo los detalles sobre este período de su vida celosamente guardados y llegó a negar haber tenido nunca otro nombre que no fuese Man Ray), su profesión dejó una huella perdurable en su obra: objetos como maniquíes, máquinas de coser, agujas, hilos y otros artículos relacionados con la costura y la confección aparecen frecuentemente en su trabajo.
Man Ray mostró habilidades artísticas y mecánicas ya desde la infancia, y cuando terminó su educación secundaria recibió una beca para estudiar Arquitectura aunque la rechazaría para formarse de manera casi autodidacta en su casa, buscando convertirse en un pintor profesional y haciendo trabajos como grabador o ilustrador para diversas compañías mientras tanto para ganar dinero.
Ya entonces era un admirador ávido del arte de vanguardia contemporánea, como los modernistas a los que vio en la galería de Alfred Stieglitz. Asistió a clases de arte en la Academia Nacional de Diseño y la Art Students League, así como en la Escuela de Ferrer a partir de 1912.
Mientras vivía en la ciudad de Nueva York , Man Ray fue influenciado visualmente por el Armory Show de 1913 (una exposición artística internacional llamada así por celebrarse en la armería del 69º regimiento de la Guardia Nacional en Nueva York) y galerías de trabajos contemporáneos europeos (por ejemplo, sus primeras pinturas muestran facetas del cubismo). Su primera exposición individual tuvo lugar en la Daniel Gallery de Nueva York en 1915.
Man Ray abandonó la pintura convencional para involucrarse con el dadaísmo, un movimiento de vanguardia artística que venía del continente europeo caracterizado por la rebelión contra las convenciones y la provocación, que cuestionaba y retaba los cánones artísticos y que, junto con Francis Picabia y Marcel Duchamp, inauguró en Nueva York.
Con éste último colaboró activamente y fundó en 1920 (junto a Katherine Dreier) la Société Anonyme, una compañía desde la cual gestionarían actividades como exposiciones, publicaciones, instalaciones, conferencias, etc.); y publicó ese mismo la revista New York Dadá.
En 1921 se instala en París, donde vivirá hasta 1940, y allí centraliza el Dadá parisino. Ante la imposibilidad de vender su obra, Man Ray vuelve a la fotografía. Sus primeras obras experimentales son los «rayographs» (rayogramas) de 1921, imágenes fotográficas sacadas sin cámara (imágenes abstractas obtenidas con objetos expuestos sobre un papel sensible a la luz y luego revelado).
Cuando el surrealismo se separa del dadaísmo en 1924, Ray es uno de sus fundadores de esta nueva corriente y participa en la primera exposición surrealista en la galería Pierre de París, en 1925.
Realiza esculturas surrealistas siguiendo el modelo del “arte encontrado” creado por Marcel Duchamp, es decir, objetos ordinarios a los que una visión creativa encuentra un significado artístico, como Objeto para ser destruido de 1923; Man Ray añadió a un metrónomo normal, de 26 cm de altura, la fotografía de un ojo en la aguja.
En un principio este ojo era de una persona desconocida, pero cuando su amante Lee Miller lo abandona, Ray lo sustituyó por el de ésta y le cambió el título a Objeto de destrucción. En 1957, un grupo de estudiantes destruyeron, en efecto, el metrónomo, pero Man Ray lo reconstruyó en 1963, y lo tituló definitivamente Objeto indestructible, dándole a la obra un giro conceptual. En el Museo Reina Sofía se encuentra una reproducción a escala gigante de esta obra conservada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
En los años treinta realiza la serie de lo que él llamó solarizaciones, negativos fotográficos expuestos a la luz en los que conseguía un efecto sorprendente. Además, continúa su actividad como pintor surrealista y publica varios volúmenes de fotografías y rayogramas. Hacia finales de los años veinte comienza a realizar películas de vanguardia, como la Estrella de mar (1927). En 1936 su obra está presente en la exposición Arte Fantástico, Dadá y Surrealismo del Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York.
Emigró a Estados Unidos en 1940 huyendo de la ocupación nazi de París, y regresaría a esta ciudad en 1951. En 1963 publicó su Autobiografía. En 1973, el Metropolitan Museum de Nueva York le dedica una retrospectiva a su obra fotográfica. Muere el 18 de noviembre de 1976, en París, a los 86 años. Sus restos descansan en el Cementerio de Montparnasse, y su epitafio reza: «unconcerned, but not indifferent» («despreocupado, pero no indiferente»).
La fértil producción de Ray abarca, además de pintura y fotografía, películas, escultura, collages, obra gráfica, dibujos, diseño publicitario y moda. Como pionero del dadá y del surrealismo, su aproximación se caracteriza por lo irracional y lo incongruente, y era frecuente el componente provocador en forma de erotismo y de romper con los convencionalismos sociales.
Quizá por su formación como pintor, Man Ray concibió (y consiguió que el resto del mundo pasara a hacerlo también) la fotografía como una forma de arte equiparable a cualquiera de las clásicas, y experimentó contantemente con sus límites y posibilidades.
Trabajó como fotógrafo de moda para publicaciones como Harper’s Bazaar y se destacó como retratista, y capturó conocidas instantáneas de los personajes más célebres de su época. Su fotografía de retrato tiene un gran valor documental y además permiten una reflexión cercana a lo psicológico del personaje.
Además, las mujeres, sobre todo con aire de “femme fatale” o de aparición onírica, fueron temas recurrentes en su obra, así como los desnudos.
De hecho, la que quizás sea su fotografía más célebre se inspiró y utilizó como modelos a su amante Kiki de Montparnasse. Otras de sus composiciones, como sus collages de papel y tela o sus “rayogramas” toman objetos del mundo cotidiano y construyen con ellos algo que trasciende hacia el mundo onírico, al más puro estilo surrealista.
Él mismo afirmó que “pintaba lo que no existía y fotografiaba lo que ya era real”, pero lo cierto es que sus imágenes creaban una realidad antes que solo captarla.
En 1999, la revista ARTnews nombró a Man Ray uno de los 25 artistas más influyentes del siglo XX, citando su fotografía innovadora, sus exploraciones en los ámbitos del cine, la pintura, la escultura, el collage, el montaje y el arte conceptual.
ARTnews declaró además que «Man Ray ofreció a artistas en todos los medios un ejemplo de una inteligencia creativa que, en su búsqueda del placer y la libertad, abrió todas las puertas que había y caminó libremente». Precisamente eso, “buscar el placer y la libertad”, fue uno de los principios rectores de Ray, que no temía a enfrentarse a las prohibiciones sociales.
A la muerte de Man Ray en 1976, el patrimonio del artista quedó en manos de su esposa Juliet, que creó la Fundación Man Ray para supervisarlo.
Parte de este patrimonio se confió a los museos nacionales franceses, mientras que para la colección americana se destinaron obras de arte así como documentos y efectos personales representativos de más de 60 años de la vida creativa de Man Ray, que a día de hoy podemos encontrar en centros como el MOMA de Nueva York.