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Paseando por la madrileña calle de Sagasta nos sorprende el trasiego de nuevos locales que van apareciendo con una estética cuidada y un encanto especial. Es el caso de Fismuler, restaurante que desde 2016 nos presenta una cocina que tiene como protagonista el producto y una estética de estilo nórdico que nos impacta por su sencillez e innovación.
Esta aventura la comenzaron los ex-cocineros del Bulli, Nino Redruello y Patxi Zumárraga, apostaron por una cocina sin florituras que hiciera hincapié en un producto local, sano y cultivado de forma sostenible. Su idea impactó positivamente en los paladares madrileños y por ello en 2018 abrieron un nuevo Fismuler en el Hotel Rec de Barcelona.
La cocina de Fismuler, un lugar de encuentro y simplicidad
La aparente simplicidad de su carta, corta pero cambiante, esconde una gran técnica y un estudio detenido de la materia prima para ofrecer lo mejor al cliente. Entre sus platos podemos encontrar la tortilla de ortiguillas, los garbanzos salteados con ternera, la lubina confitada o su tarta de tres quesos, elaborada con tres variedades diferentes.
Ambos cocineros recorren todas las mañanas los mercados de la capital para ojear los mejores productos, siempre acordes con la temporada y de agricultores de la zona, y nos ofrecen deliciosos platos en los que el producto resalta.
Acompañando una carta fija con nuevas incorporaciones según el cambio de temporada, los vinos son cuidadosamente escogidos, pudiendo pedirlos por copas e innovan introduciendo limonadas caseras, jarras de sangría y café de puchero.
La nota final a una cena perfecta de principio a fin es la música en vivo que Fismuler nos ofrece cada noche.
En 2018 Fismuler incorporó una nueva experiencia: las Cenas Improvisadas, en las que nos ofrecen una vez al mes una experiencia única para exclusivamente 18 comensales. Un menú degustación basado en tres aperitivos, un entrante, pescado, carne y postre, que se podrá disfrutar en un mesa rectangular compartida y tendrá un precio de 80 euros.
Fismuler y su impactante estética de derribo
Al llegar al local nos encontramos con una decoración poco vista en Madrid: paredes desnudas en yeso, suelos de planchas de metal, mármol en brutos y mesas de madera rectangulares.
Estos elementos decorativos son reflejo del tipo de cocina que nos ofrece el Fismuler: una estética abierta, sin florituras que es sincera y apuesta por dar importancia al espacio y a los materiales, que nos anima a interrelacionarnos mediante las mesas compartidas, nos transmite una atmósfera de serenidad, simplicidad y autenticidad.
Lejos de parecer un espacio frío, la madera y la luz cálida mediante bombillas de filamento, completan la decoración aportando al espacio intimidad.
Aprovechando la arquitectura del local se han creado diferentes ambientes que nos permiten disfrutar de una cena para dos o si queremos ir con grupos más grandes, mesas compartidas de madera o mesas altas. Cabe destacar la mesa de los curiosos que nos da una vista privilegiada sobre la cocina y así poder ver el proceso de elaboración de los platos: ante todo la sinceridad prima en torno a la filosofía de Fismuler.