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El mundo se enfrenta a una crisis ambiental que puede poner en riesgo el estilo de vida occidental de consumo masivo de recursos. El cambio climático y el calentamiento global no van a acabar con el planeta, sino con la forma que tiene el ser humano de habitarlo.
Cada vez queda menos tiempo para llegar a un punto sin retorno en el que el aumento de las temperaturas sería insostenible, pues causaría sequías más pronunciadas, eventos meteorológicos adversos muy frecuentes, riesgos para las cosechas, desertificación de los suelos y, como consecuencia de ello, desplazamiento masivos de millones de ciudadanos, que irán buscando condiciones ambientales y de climatología más benignas.
Por ello, desde hace décadas los organismos e instituciones internacionales trabajan, quizás a un ritmo insuficiente, para tomar medidas que eviten todas estas situaciones. Las Cumbres del Clima de la ONU son un buen ejemplo.
Hacia una explotación más sostenible y racional de los recursos
Una de las grandes consecuencias de todo este cambio acelerado del clima y el modo de vida de la sociedad occidental es una explotación en exceso de los recursos naturales y materiales. La economía verde apuesta por actuar frente a este fenómeno, introduciendo fuentes de energía renovables en los procesos de producción y apostando por el ciclo integral de recursos.
La economía circular aboga por reducir al máximo la entrada de nuevos materiales a los ciclos productivos mediante el aprovechamiento de los residuos, que ya serían tales, sino nuevos productos reintroducidos en este ciclo.
Un exponente de esta nueva cultura más racional y sostenible de explotación de recursos son las llamadas viviendas pasivas, que están diseñadas para conseguir la máxima eficiencia en el consumo energético, en concreto el procedente del sol.
¿Qué son las viviendas pasivas?
Una casa pasiva es una vivienda que está construida siguiendo los principios básicos Passivhaus, un ideal de construcción alemán que apuesta por aprovechar al máximo las condiciones climáticas y geográficas de cada emplazamiento. De este modo, hay que estudiar cada posicionamiento para mejorar la orientación de la vivienda y con ella sacar el máximo partido posible de la radiación solar, el aislamiento y la estanqueidad, reduciendo así el consumo energético.
Las edificaciones de este tipo forman parte de la llamada arquitectura sostenible, que en realidad van más allá de encontrar las mejores soluciones a nivel de orientación, pues se incluyen también aspectos relacionados con el aprovechamiento energético y la apuesta por materiales naturales y reciclables.
En la web reformacoruna.com puedes ver un artículo sobre viviendas pasivas donde se muestran, de manera gráfica, los principios passivhouse que regulan la construcción de este tipo de edificaciones ecológicas.
¿Qué caracteriza a las viviendas pasivas?
El éxito en una casa pasiva es que sea capaz de reducir hasta en un 90% su consumo energético con respecto a una vivienda normal, lo que convierte así a esta edificación en un proyecto muy comprometido con la racionalidad y la sostenibilidad.
La Casa Pasiva es una edificación diseñada para conseguir la máxima eficiencia en su consumo energético que tiene como resultado, siempre que se ejecute el proyecto en óptimas condiciones: menor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, preservación del medio ambiente, ahorro en combustibles fósiles y menor gasto económico en facturas eléctricas o de calefacción.
Además, las viviendas de este tipo tienen un alto impacto biosaludable, pues generan un entorno agradable, positivo y poco dañino para quienes las habitan.
¿Cómo se consiguen los efectos positivos de estas edificaciones?
Los criterios y requerimientos de construcción que rigen las viviendas pasivas guardan relación con la hermeticidad, el aislamiento térmico, los materiales de calidad y sistemas de ventilación que permitan recuperar el calor que se produce en el interior de las edificaciones. Asimismo, las casas pasivas reducen al máximo la fuga de energía eliminando puentes térmicos.
Este último término hace referencia a esos espacios de la vivienda: pilares, paredes, suelos y cubiertas… por los que se pierde el calor. Uno de los objetivos del Passivhaus es detectar cuáles son esos puntos mediante termografías.
La correcta disposición de materiales que actúen protegiendo la fuga de energía es otro punto que se desarrolla en estas edificaciones, en las que se utiliza aislamiento térmico de baja transmitancia.
Esto va unido a cerramientos herméticos que aseguran la estanqueidad de toda la vivienda. Finalmente, hay que prestar especial atención a puertas y ventanas, que son espacios de mucha pérdida de energía.
En esos puntos las casas pasivas echan mano de la tecnología de recuperación de calor mediante la ventilación mecánica, que consiste en recuperar hasta el 90% de la energía del propio inmueble sin necesidad de abrir las ventanas para ventilar, pues el propio aire que entra se climatiza con el que sale.
La idea fuerte de las casas pasivas es que es posible ganar en confort térmico y habitabilidad diseñando edificaciones donde la sostenibilidad ambiental sea el principal requisito. Cada vez son más populares estas prácticas en el sector de la construcción, y necesarias, debido a la crisis ambiental a la que nos dirigimos.
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