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Auguste Perret, una de las grandes figuras de la arquitectura francesa del siglo XX. Pionero en la utilización de materiales novedosos para elaborar sus edificaciones, muchas de las cuales todavía se levantan como emblemas de las ciudades en las que se encuentran.
Auguste Perret, nació en Bruselas en el año 1874. Aunque su familia, y él mismo, eran de origen francés, determinados problemas de su padre con la política del momento, forzó su traslado para refugiarse en la ciudad belga durante unos años. Así, en 1981, la familia al completo regresó de nuevo a su país natal para instalarse en París.
Su padre regentaba una empresa de construcción. Fue aquí donde entró en contacto con el material en el que la compañía se había especializado, el hormigón armado, el que se convertiría en su aliado a lo largo de su trayectoria profesional y le causaría tantos elogios y distinciones.
Ingresó en la Escuela de Bellas Artes de París para llevar a cabo los estudios de arquitectura. Sin embargo, Auguste Perret decidió abandonarla a los veintitrés años, antes de graduarse. Así comenzó a trabajar al lado de su padre en la empresa familiar, contando ya con muchos de los conocimientos adquiridos durante sus años de estudio.
Sus comienzos en la arquitectura se sitúan en el año 1902 con la construcción del edificio de la Avenue Wragan. En él que ya se atisbaban ciertos rasgos del Clasicismo hacia el que girarían el resto de sus creaciones a lo largo de su vida. Sin duda, su primer trabajo de mayor envergadura y que alcanzó una importancia notable fue el edificio residencial de la Rue Franklin, el primero de este tipo realizado con hormigón armado.
En el año 1905, junto a uno de sus hermanos abre un estudio de arquitectura donde estableció ya el hormigón como material principal en sus edificios. Poco después, al lado de su otro hermano, crearon una constructora. Al amparo de ambas empresas continúa trabajando y enriqueciendo su vida profesional.
Sus obras son fácilmente reconocibles por la utilización del hormigón armado como principal material de construcción. Si bien no lo empleaba únicamente en las estructuras, si no que lo trabaja con exactitud para dar forma a detalles, decoraciones y fachadas por los que mostraba un cierto interés y preocupación. Por este motivo, en ciertas ocasiones se refería a su material como hormigón estético. Al mismo tiempo, los rasgos neoclasicistas y los grandes ventanales se erigen como señas de identidad de sus creaciones.
Otra de las cosas que caracterizan a Auguste Perret, considerado en muchas ocasiones como uno de los precursores de la arquitectura moderna, es la personalidad en sus trabajos. Todas sus obras arquitectónicas son personales y realizadas por él mismo, sin necesidad de modelos de los que tomar referencias. De ahí que exista variedad en sus realizaciones, siempre siguiendo la línea constructiva que lo define.
Entre sus obras hay que destacar el Teatro de los Campos Elíseos. La rehabilitación de la fachada de la catedral de Notre-Dame de Raincy y la construcción del Museo de Obras Públicas.
Todas sus creaciones gozan de cierta importancia, pero quizás sea uno de sus últimos trabajos el que más reconocimientos ha conseguido en los últimos años. Nos referimos a la reconstrucción de parte de la ciudad de Le Havre. Fue en 1946 cuando quedó al cargo de este proyecto junto con un grupo de dieciocho arquitectos jóvenes que recibieron el nombre de “Taller de la Reconstrucción”.
En la actualidad, esa parte cuya remodelación dirigió, y en la que trabajó personalmente, se considera una muestra de la arquitectura urbanística de la segunda mitad del siglo XX, de la que es representante. Obtuvo en el 2001 el título de Ciudad del Arte y la Historia. Posteriormente, cuatro años más tarde, la UNESCO le otorgó el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad.
Este arquitecto francés se hizo un hueco entre los grandes de su época y es reconocido en la actualidad más allá de su país natal. Gracias a él, un nuevo material, el hormigón armado, entró en juego en el mundo de la arquitectura.