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Gertrude Käsebier (1852–1934) fue una fotógrafa estadounidense y una de las figuras más importantes de este arte durante la primera mitad del siglo XX. Su trabajo, reconocido por sus evocadores retratos centrados, abrió las puertas a la consideración de la fotografía como una carrera profesional respetable para las mujeres.
Nacida Gertrude Stanton pero más conocida por el apellido de su marido, Edward Käsebier, esta artista nacida en Iowa se casó a los 22 años, tuvo tres hijos (que fueron los sujetos de sus primeras imágenes) y no se inició en la fotografía profesional hasta los los 37 años en el Pratt Institute of Art and Design. Estudió dibujo y grabado y aunque en un principio se planteó ser pintora, pronto viró su carrera hacia la fotografía.
En 1894 pasó varios meses en Europa, primero en Alemania estudiando química de la fotografía y después en Francia estudiando con el pintor americano Frank DuMond. En 1985 regresó a Brooklyn y, debido a la mala situación económica de su familia y al mal estado de salud de su marido, decidió dedicarse profesionalmente a la fotografía y al año siguiente comenzó a trabajar como asistente en el estudio de Samuel H. Lifshey.
Ese mismo año exhibió 150 fotografías en el Boston Camera Club, lo cual representa una enorme producción para un artista de su época, y particularmente para una mujer.
Su trabajo como retratista obtuvo rápido reconocimiento y en 1898 se le dedicó una exposición en el New Yorker Camera Club. En 1902 fue convocada por Alfred Stieglitz a formar parte del exclusivo grupo de artistas fotógrafos Photo-Secession, organización que promovió el pictorialismo y contribuyó a convertir la fotografía en un medio más de expresión artística.
En 1898 Käsebier presenció el desfile del espectáculo Buffalo Bill’s Wild West, hecho que la inspiró para enviar una carta al creador de dicho circo, William «Buffalo Bill» Cody, solicitando permiso para fotografiar en su estudio a los Sioux que formaban parte del espectáculo.
Este proyecto era puramente artístico (las imágenes no se utilizaron con fines comerciales) y posteriormente Käsebier continuaría realizando fotografías a los Sioux durante años (a día de hoy se exhiben en el Museo Nacional de Historia Americana en el Instituto Smithsonian).
La revista Camera Work, una publicación trimestral editada por el mismo Stieglitz, publicó varias de sus fotografías desde su primer número.
En 1906, además, Stieglitz dedica a Gertrud Käsebier una exposición junto con Clarence H. White en la galería 291 (un espacio que ayudó a elevar la fotografía en Estados Unidos a la altura de la pintura y la escultura y donde se presentaron a algunos de los artistas europeos mas vanguardistas de la época).
Su fotografía titulada «El nacimiento» se vendió en 1899 por 100 dólares, siendo éste el mayor precio que hasta el momento se hubiera pagado por una fotografía artística.
En 1906 Gertrude Käsebier se unió a la asociación Professional Photographers of New York, una reciente organización alejada de las preocupaciones artísticas que caracterizaban a Photo-secession. Käsebier fue la primera integrante en renunciar a Photo-secession en 1912, debido aun choque entre su forma de entender la fotografía como una profesión y un modo de ganarse la vida (Käsebier disfrutaba de un gran éxito comercial gracias al que conseguía mantener a su familia, incluyendo a su marido gravemente enfermo) y la visión idealista y anti-materialista de Stieglitz.
Colaboró en la formación de la Women’s Professional Photographers Association of America, y en 1916 ayudó a Clarence White a formar el grupo Pictorial Photographers of America. Durante las décadas de 1910 y 1920 continuó dedicándose a la fotografía de retrato, gozando de un gran éxito profesional y económico que la llevó a inmortalizar a algunos de los personajes más destacados del momento.
Abandonó la fotografía en 1929, el mismo año en el que el Brooklyn Institute of Arts and Sciences le dedicó una gran exhibición individual.
La obra de Gertrude Käsebier comienza sobre todo retratando la maternidad y escenas domésticas (su familia y amigos posaban para ella) y, a medida que comienza a desarrollar su estilo propio y a explorar horizontes más allá de su vida cotidiana, comienza a buscar nuevos temas que plasmar a través de sus imágenes:
«[…] a partir de los primeros días en que mi individualidad emerge, he deseado sin descanso tomar imágenes de la gente… que simulen biografías, mostrando en cada retrato lo esencial de su personalidad. «
Junto con sus íntimas y conmovedoras imágenes de la maternidad, sus fotografías más conocidas son las que realizó a los Sioux, por la forma respetuosa y dignificada con las que los mostró como sujetos y consiguió celebrar y reivindicar su cultura, su belleza propia y su lugar en la sociedad americana.
Su trabajo fue descrito como «no siempre bonito o agradable, pero siempre honesto», y representó un cierto desplazamiento del pictorialismo, un estilo que, aunque reivindicaba la fotografía como un medio artístico individual y no pretendía imitar a otras disciplinas como la pintura, sí tenía una concepción de este arte muy idealista y buscaba lo trascendental.
Gertrude, en cambio, tomaba imágenes de escenas cotidianas, con una vocación más documental que alegórica, y elegía temáticas realistas que se referían a personas y a situaciones de la vida diaria contemporánea.
Fue, además, una gran impulsora para las jóvenes fotógrafas, a las que incentivaba a interesarse en en esta disciplina artística y profesión fuera del ámbito tradicional de la familia y el hogar al que estaban limitadas las mujeres de su época.
Por su trabajo artístico y el modelo a seguir que suponía como mujer independiente y con éxito profesional, inspiró a muchas otras jóvenes a iniciarse en la fotografía, como Clara Sipprell, Consuelo Kanaga y Laura Gilpin.