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Desde Myanmar, nos desplazamos a Camboya, esta vez para entrevistar en nuestra sección de «Gente que ama lo que hace» a una mujer que se atrevió a dejar toda su vida atrás para comenzar con su sueño, a pesar de que éste le llevó muy lejos de España.
Maite Ardite comenzó su aventura en el mundo profesional del deporte en lo que muchos considerarían una época tardía en su vida. Durante años trabajó en una asesoría fiscal y su desahogo era la bicicleta y la montaña los fines de semana. El gimnasio también era una constante en su día a día, al igual que su idea de que se veía viviendo fuera de España. Así, dejó su trabajo y comenzó su formación para marcharse con lo puesto a Bali, Tailandia y, finalmente, a Camboya, donde hoy tiene un exitoso e innovador estudio de Pilates.
¿Crees que es más la gente que busca sus sueños que la que se conforma?
Bueno, creo que en realidad hay muy poca gente que se atreva a lanzarse y perseguir lo que lo que quiere. Salir de la zona de confort no es sencillo y, aunque muchos no se encuentren del todo felices en ella, no llegan a dar el paso para salir de ahí.
Yo la verdad es que lo tuve claro desde siempre. Hace siete años que salí de España y, por mi experiencia con toda la gente que he conocido, no he encontrado a muchos que se hayan lanzado de forma similar a como lo hice yo, por ejemplo, dejando atrás todas mis posesiones y con 2.000 euros en el bolsillo.
En mi caso, si seguía en España sentía que me moría del aburrimiento. Viajando no me he encontrado mucha gente que lo haya hecho así: la mayoría que he conocido o viajaba por trabajo (con un puesto desde España) o por cortos periodos de tiempo, luego también hay mucha gente que trabaja en embajadas… Pero no alguien que haya salido de España con tan poco y con un nivel de inglés casi de cero… y, aún manejando el idioma, no todo el mundo está dispuesto a eso. Diría que el 90% de la gente no da el paso hacia un cambio de vida de este tipo. En mi entorno tenía dos posiciones: los que me decían que estaba loca y los que me decían que era supervaliente y es que yo tenía trabajo, pero no era feliz. Y si no eres feliz… hay que buscarse la vida.
¿Cuál es la historia resumida por la que decidiste marcharte a Camboya en busca de tus sueños?
Siempre he sido una cabeza loca. He llegado a vivir un año en Holanda y antes había trabajado mucho en el mundo de la noche discotecas, bares… Al volver de Ámsterdam, encontré trabajo en una asesoría fiscal y contable, donde estuve 15 años. En esa empresa llevaba tantas cosas que tenía una presión enorme y finalmente estaba tan decaída que me dieron una baja por depresión. Tenía casi 40 años y ahí supe que no estaba dispuesta a llevar esa vida para siempre.
Incluso, la persona que me contrató, llegó a decirme que fuera de ahí yo no podría hacer otra cosa, pero finalmente tuvo que pagarme una buena cantidad como finiquito por mis servicios.
Con ello, entre otras cosas, pude formarme en lo que sería mi futura profesión y empecé a dar clases de spinning en gimnasios. Pero lo que fue determinante para empoderarme y sentir que podía con todo fue meterme en un grupo de bici de montaña, algo que recomiendo a todo aquel que no esté bien. Recuerdo ver aquella montaña y creer que sería imposible llegar a su cima.
Mis compañeros me animaban a avanzar poco a poco, solo mirando el suelo y estando pendiente de la pedaleada presente y, cuando finalmente consigues llegar al final, te sientes invencible. Esto, definitivamente, fue la chispa para tener confianza en mí misma, que es lo más importante. El afán de superación de no poner el pie en el suelo, seguir sin pausa para conseguir tus objetivos… me hizo ver cómo somos nosotros mismos los que nos ponemos las barreras, los que nos limitamos. Ahí es donde supe que mi idea de salir de España la iba a llevar a cabo costara lo que costara.
Siendo veinteañeros todo se ve con una perspectiva muy alentadora, pero con casi 40 años, cambiar de tercio tras 15 en un mismo lugar debió resultar complicado…
Lo que te he contado hasta el momento es un gran resumen del camino por el que he pasado, pero si entráramos en detalles, tendríamos para escribir varios libros… La primera fase fue el despertar, la segunda fue buscar el camino para conseguir el éxito y la felicidad, que no resulta precisamente fácil. Pero yo empecé con este cambio de vida de los 39 a los 40 años, cosa que no es fácil porque en el ámbito laboral con esta edad, por desgracia, ya tienes muchísimos problemas para encontrar alternativas por cuenta ajena. Tenía claro que yo necesitaba aire puro, naturaleza y no estar encerrada 8, 9 o 10 horas de mi día en una oficina el resto de mis días. El deporte fue fundamental para sentirme, como decía antes, fuerte y con ánimo. Durante mi época de trabajo de oficina, ya me hacía hasta 3 clases en el gimnasio e incluso me confundían con la profesora por el aspecto “fit” que tenía. De ahí nació la idea de formarme para ello. Si tenía la forma a pesar de la edad, ¿por qué no intentarlo?
¿Qué encontraste en Camboya? ¿Por qué este país?
Yo ya estaba buscando desde hacía mucho tiempo una manera de salir de España. Ya había viajado mucho y sabía que podía vivir mejor de lo que vivía en mi país. En la primera oportunidad que tuve, que fue a través de mi sobrino, la aproveché. En 3 meses me deshice de todo: no me dio tiempo prácticamente a vender las cosas que tenía. Sólo logré vender el ordenador, el coche, la moto, dos bicicletas y mi cama (que estaba prácticamente nueva), lo demás que no podía llevarme conmigo se lo regalé mis amigos.
Lo primero que busqué (hace ya 10 años) fue irme con alguna ONG porque me apetecía ayudar mientras me introducía en un país. Pero lo que descubrí es que los voluntariados eran realmente lo que llaman “vacaciones solidarias” por lo que tu además del trabajo que haces para ellas, tienes que pagar absolutamente todos los gastos, por lo que no me era viable en esos momentos de mi vida.
El primer destino al que fui fue Bali por medio de mi sobrino en un negocio de hostelería en la isla. Tras 3 meses de trabajo, la cosa no fue todo lo bien que esperaba, pero como en ese trabajo tenía la suerte de conocer a mucha gente, un español que vivía en Tailandia fue mi medio de entrada a Bangkok. Yo tenía que salir cada 3 meses de Bali para renovar mi visa y lo debía hacer en Tailandia, así que como ya no me encontraba bien donde estaba, contacté con esta persona y me consiguió un apartamento en Bangkok.
Pero la experiencia en esta ciudad también fue durísima. Pasé un total de un año y medio allí trabajando de muchas cosas, limpieza en casas de españoles, dando clases de español, hasta monté una tienda de ropa online que fue un auténtico fracaso y, aunque tuve la oportunidad de ser profesora de Pilates allí, yo no me sentía preparada para dar las clases en inglés. Soy una persona a la que le gusta hacer las cosas bien, con profesionalidad y sentía que en otra lengua aún era pronto para ofrecer clases con calidad, por lo que no acepté.
Me di de alta en una aplicación de “couchsurfing” en la que ofrecía mi casa (en realidad mi habitación, que era lo que tenía allí) a personas que estaban de viaje y no contaban con muchos recursos económicos. Por allí pasaron decenas de personas, con las que a veces pasaba semanas enteras por tener un gran feeling con ellas. En esa etapa descubrí una página llamada “Helpx”, en la que hay todo tipo de voluntariado: pagas una pequeña contribución, pero trabajas a cambio de alojamiento y comida. Como vi que en Bangkok no levantaba cabeza, busqué Camboya en esta aplicación alentada por una chica que se quedó una temporada en mi casa. Esta persona me habló de que en este país existían muchas más posibilidades de trabajo que en Tailandia.
Y buscando oportunidades en Camboya, encontré una guest house en el mar, en una zona nada turística, un auténtico paraíso, pero resultó ser un trabajo en el que me sentí explotada. Así estuve durante 6 meses. Mientras, mi inglés iba mejorando. Ya cansada de las condiciones de trabajo en este lugar, busqué otra oportunidad de voluntariado en la zona de Kampot (recomiendo muchísimo que la gente visite esta zona y sus alrededores porque es realmente bonita) y llegué a otro tipo de paraíso: el paisaje de esa zona de Camboya es espectacular y aparecí en un logde de casas altas camboyanas, cerca del río… y en ese momento sentí que no podía pedir más… El recibimiento fue increíble y el trato…espectacular, como si fuera una cliente, o mejor… Allí estuve nada más y nada menos que 9 meses. Y fue en esa etapa cuando le metí caña al inglés porque vi que era totalmente necesario para comunicarme con los clientes que acudían a ese lugar.
Entre estos clientes, conocí a una pareja francesa y comencé dándole clases de Pilates privadas a ella y él me recomendó en el centro de bienestar en el que trabajaba para sustituir a un profesor de Pilates en Phnom Penh. Allí tuve que hacerme un hueco poco a poco ganándome la confianza de las clientas. Poniendo mucho esfuerzo con el idioma y preparándome mucho en las clases, cada día las llenaba más. Pero pasado un tiempo, empecé a tener ciertas diferencias con las personas que me contrataron, ya que me daban condiciones muy pobres, por lo que me quedé con poquitas clases en ese lugar, hasta que empecé a darlas por mi cuenta.
También conseguí una casa en Phnom Penh gracias a las personas que conocí en Kampot con una terraza enorme. Acristalé parte de ella para crear mi estudio propio de Pilates, ya que había ido consiguiendo mis propias clientas dando clases privadas con el tiempo. Invertí el dinero y ha quedado muy bien. Lleno todas las clases, pero como me gusta evolucionar e ir metiendo novedades en lo que hago, introduje en mi estudio la suspensión TRX, algo que ahora mismo no existe aquí y a la gente le encanta, por lo que estoy contentísima.
Dices que te fuiste con lo puesto ¿Cómo te sentías con esa situación?
Yo tenía todo lo que un “español medio” suele tener: mi puesto de trabajo (con el que llegaba a duras penas a fin de mes por todos los pagos básicos de alquiler y recibos que tenemos la mayoría), mi coche, mi moto para moverme por Valencia (donde vivía) aunque luego me acostumbré a ir en bici por todos lados, mi otra bici, con la que me desahogaba los fines de semana al aire libre… tenía todo lo que “supuestamente” tenía que tener a nivel material para ser feliz. Y bueno, al salir esta oportunidad empecé a desprenderme de cosas y es una sensación increíble. No pensé que iba a resultarme tan fácil. De hecho, creo que es una de las cosas más bonitas que he hecho en mi vida: regalar con ese desapego. Es una sensación maravillosa que resultó ser muy liberadora.
El principio para ti no debió ser nada sencillo.
El principio fue durísimo. Como decía, salí con poco dinero y sin saber inglés. Comencé en Bali donde viví una experiencia no muy positiva y tras eso me fui a Bangkok, donde estuve una gran temporada casi sin trabajo y, claro está, sin apenas dinero.
Pero poco a poco con Internet, me fui formando para hablar en inglés y ahora todos estos años después tengo el nivel suficiente como para dar clases y lo que quiera.
Cada etapa por la que he pasado ha sido totalmente necesaria, hasta las peores experiencias, desde mi trabajo en España, hasta las dificultades en Bali, Bangkok y las primeras en Camboya. Todo ello ha sido parte del camino para llegar a lo que soy hoy y a hacer lo que hago.
¿Cuál es la base para conseguir tu sueño?
Es echarle narices a las cosas y tirar para adelante sin dudas. En mi caso no sabía cómo iba a hacerlo, pero en mi cabeza no existía una opción de echarme atrás. Cuando tuve esa etapa tan difícil en Bangkok, mi hermana me insistía que volviera, pero yo sentía que ese no era el camino. Mi camino era salir adelante en alguno de estos países, donde yo veía que sí tenía una verdadera oportunidad de salir adelante. Me hace gracia porque muchas personas que aún se encuentran en la zona de confort de la que hablábamos antes me dicen “Maite, qué envidia me das”. ¿Envidia? No hay nada que envidiar. Todos optamos y decidimos nuestros caminos. Si esas personas se lo propusieran realmente seguro podrían estar disfrutando de otros lugares, pero hay que saber que no todo es así de sencillo, se puede sufrir mucho por el camino como me pasó a mí y luego sí, llegan los momentos buenos tras mucha búsqueda y trabajo duro.
¿Te has arrepentido alguna vez o has pensado que quizás haberte quedado en España hubiera sido mejor en algún caso?
¡No!. No me arrepiento ni me arrepentiré en la vida de lo que hice y gracias a eso, mira, aquí estoy instalada desde hace 7 años en Camboya y muy feliz. Si no hubiera tenido el valor de tirar para adelante, estoy convencida de que estaría “amargada” como supongo que se pueden sentir muchas personas que se encuentran en su lugar de origen sin trabajo u oportunidades para hacer algo con lo que se sientan realizados.
¿Qué es para ti la felicidad? ¿Y el éxito?
Para empezar, creo que la felicidad completa no existe. Hay momentos muy felices y otros menos felices. En mi caso, yo me he ido montando la vida de manera de no tener ninguna carga u obligación que pueda atarme a nada (ni siquiera a un lugar), por ejemplo, no he hipotecado nunca, no tengo pareja (más que nada porque la vida no me ha puesto nadie delante que me interese en los últimos años), por lo que he hecho mi vida a mi manera y es tal cual siempre la he querido.
Soy muy valiente, pero también inconsciente (esto último lo voy perdiendo con la edad), pero he vivido muy intensamente la vida y para mi esa es mi felicidad, porque me he hecho a mi misma y he creado las circunstancias que me rodean. Me considero feliz, porque trabajo en algo que me apasiona y ayudo a la gente, les salvo de muchos dolores y eso a su vez les cambia la vida. Eso me llena el alma: ver cómo evolucionan de no poder hacer casi los ejercicios más básicos y a hacer cosas más complejas cada día.
Otra cosa importante para la felicidad para mí es ser agradecida. Siempre lo he sido mucho y además me gusta mucho motivar y automotivarme. Eso creo que me ayuda mucho a ser positiva, conseguir llevar adelante un trabajo físico que quieras que no es muy cansado muchas veces.
Soy feliz a mi manera, ya que he conseguido los retos que me propuse y por este lado llega el éxito. Mi éxito es superar mis objetivos como, por ejemplo, hablar inglés que, aunque no es perfecto, me permite comunicarme y para mi es mucho.
El éxito para mi no es ganar más dinero, es hacer lo que me gusta y encima poder vivir de ello: haber logrado romper todas las barreras hasta llegar hasta aquí. El éxito y la felicidad para mi van a la par.
“Yo siempre he ido a contracorriente en la vida, pero en estos momentos soy yo la que me dejo llevar por el río. Voy a donde la vida me lleve”
¿Y lo material?
Lo material va y viene. Yo no le doy ninguna importancia. Yo si tuviera dinero como para no trabajar, lo único en lo que lo emplearía sería para viajar. Eso sí, seguiría dando clases, pero a un ritmo algo menor. De hecho, no compro o cambio las cosas mientras las que tengo son utilizables. No soy nada caprichosa.
Alguien que hace lo que ama es…
Muy afortunado. No se me ocurre mejor camino hacia la felicidad que ése.