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Determinadas palabras como ecológico, orgánico o sostenible están por todos los lados como si de una moda se tratara, conceptos que nos hacen sentir bien cuando metemos estos productos en la cesta del supermercado, sin pararnos a pensar si todos los que así se definen, realmente lo son. ¿Sabemos los consumidores lo que compramos? ¿Quién nos asegura que las marcas cumplen con lo que dicen y no es simplemente “marketing verde”?
Natural, orgánico, ecológico, sostenible, de comercio justo, libre de crueldad animal… palabras y conceptos que nos avasallan a diario y que claramente están de moda por la sensación de seguridad que nos produce.
De hecho, muchas empresas del sector alimentario y gastronómico adoptan estos términos en su comunicación de marca para mostrarse cercanos a ciertos valores eco-friendly, lo que también ocurre con los valores éticos y de compromiso social, ya que muchos consumidores buscan en los productos que consumen una forma de apoyar una determinada visión del mundo en la que creen.
Y realmente, todo esto es perfecto, pero no todas las empresas que “se anuncian y se venden” bajo estos parámetros lo son, es lo que se llama Greenwashing (lavado verde) o marketing verde. Tampoco escapa a esta tendencia el mundo de los chocolates: “Conocemos este sector y muchas marcas no pueden aportar a los consumidores la prueba de que realmente son lo que dicen ser, ya que no cuentan con los certificados que garantizan que efectivamente, tal o cual producto es ecológico, sostenible o de comercio justo” – nos comenta Isabel Félez, responsable de la empresa turolense Chocolates Artesanos Isabel.
Los certificados, única prueba para confiar
Los consumidores están cada vez más informados frente al Greenwashing: “Cuando encontramos una marca de confianza que es afín a nuestros valores, la compramos, la fidelizamos y la recomendamos. Una marca que respeta a sus potenciales consumidores, debe siempre aportar unas garantías de que cumple con lo que predica, lo que a día de hoy sólo es posible a través de los certificados” – continúa Isabel Félez.
Estos certificados y sellos aseguran que la marca en cuestión cumple una serie de criterios estipulados. Las entidades certificadoras someten al negocio a una investigación exhaustiva para garantizar que se cumplen estos criterios. Existen sellos más exigentes y otros menos exigentes, pero hasta el menos exigente pide que se cumplan unos mínimos: “Pasar por un proceso de certificación es un trámite costoso tanto en tiempo como en inversión económica realizada. Además, puede ocurrir que el negocio tenga que hacer modificaciones en su estrategia, procesos, materiales, contratación o proveedores para ajustarse a los criterios exigidos, pero cuando compras una marca con certificados, tienes la seguridad de que el negocio ha pasado por este proceso y ha aprobado”.