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El sol es un elemento indispensable para nuestro organismo y para el desarrollo de la vida sobre la Tierra. Sus rayos aportan una serie de beneficios como una mejora en el estado de ánimo, un fortalecimiento del sistema inmunológico… sin embargo, también puede ser un elemento muy peligroso.
Cuando nos exponemos al sol durante demasiado tiempo los rayos ultravioleta pueden provocar quemaduras en la piel.
Nuestro organismo tiene su propio sistema de protección frente a los rayos solares, pero cuando el sol nos pega durante mucho tiempo o cuando golpea con más fuerza, los rayos ultravioleta terminan traspasando las capas exteriores de la piel, lo que tiene consecuencias nefastas para nosotros, ya que, una vez superada esa protección natural –de lo que se encarga la melanina–, los rayos ultravioleta pueden dañar y matar las células de nuestra piel. Y esto puede llegar a desencadenar un cáncer de piel. Eso no quiere decir que por estar expuestos al sol tengamos que desarrollar necesariamente un cáncer. Se trata únicamente de una posibilidad, pero dado que sus consecuencias pueden ser muy dañinas para nuestra salud, es necesario tomar medidas para poder disfrutar de los beneficios que aporta el sol sin tener que sufrir sus efectos negativos.
Los baños prolongados de sol sin tomar precauciones pueden generar los siguientes problemas:
- Destrucción del colágeno a nivel de la dermis.
- Aparición de manchas en la piel.
- Producción de especias reactivas de oxígeno.
En definitiva, el exceso de sol provoca que nuestra piel envejezca más rápido de lo habitual y tenga un aspecto menos sano. Aparecen arrugas, sequedad, falta de elasticidad y brillo…
Tipos de cremas solares
La principal medida que podemos adoptar para proteger nuestra piel es utilizar cremas solares.
Las cremas de protección solar se pueden clasificar en tres grupos principales:
- Protectores químicos: también reciben el nombre de protectores orgánicos. Absorben los rayos solares a través de la piel, convierten esa radiación ultravioleta en calor que más tarde se libera. Tardan unos 30 minutos en empezar a actuar.
- Protectores minerales: conocidos como inorgánicos, crean un filtro que repele los rayos solares y no los deja pasar. Suelen ser más recomendables que los químicos para las personas de piel sensible.
- Protectores combinados: estas cremas son las que, como su propio nombre indica, combinan los dos tipos de protección.
Un dato fundamental de las cremas es el factor de protección solar (FPS), una cifra que hace referencia al tiempo que la crema te protege del sol. Cuanto mayor sea el número, más tiempo estarás a salvo de la acción del astro rey. Los dermatólogos recomiendan utilizar productos con un FPS de, por lo menos, 30. Además, también recomiendan reaplicar la crema pasadas unas dos horas.
Si la crema no es resistente al agua tendrás que volver a aplicarte la protección después de darte un chapuzón en la piscina o en el mar, así como si has sudado en abundancia.
Además, hay otro factor que conviene recordar: la crema solar que vayas a utilizar debe ser de amplio espectro, es decir, debe estar preparada para proteger de los rayos UVB y UVA, no solo de un tipo de estos.
A priori no hay un tipo de protector solar que sea mejor que otro, todos tienen sus pros y sus contras. En realidad, en tu caso dependerá de cómo sea tu piel, si es más o menos sensible, si te resulta más incómodo una crema densa que una ligera… Independientemente de cuál escojas, lo importante es que te protejas de los rayos del sol y que evites problemas de salud en el futuro.