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Philip-Lorca diCorcia es un fotógrafo estadounidense nacido en el 51 en Connecticut. Se reconocen sus proyectos por plantearse en ellos una visión cinematográfica muy característica. Realiza obras de manera minuciosa, antes de fotografiar pasa por un largo proceso en el que estudia al detalle los individuos que serán luego los protagonistas de sus trabajos, y los escenarios que configuraran sus historias. Además de esta minuciosidad diCorcia, plantea su fotografía callejera, de una manera muy poco común, ya que se le conoce por mezclar luz artificial y natural de una manera muy selectiva.
Desarrolló su interés por el mundo de la fotografía a principios de los 70, cuando asistía a sus primeras clases en la Universidad de Hartford. Pocos años más tarde se matricularía en la School of the Museum of Fine Arts de Boston y en 1975 se diplomó. Pero ahí no termino su carrera como estudiante, continuaría su formación en la Universidad de Yale, en la que obtuvo el Master of Fine Arts degree in Photography en 1979.
Tras esta trayectoria estudiantil diCorcia sigue fotografiando. Buscando un empleo en el que aplicar todos los conocimientos teóricos que la universidad ofrece viaja hasta Los Ángeles donde se introduce fugazmente en el mundo del cine. De la meca del cine estadounidense tomó prestada su mayor inspiración y por la que hoy se le conoce como el maestro de la luz artificial. Es decir, el uso de trípode y flashes para crear escenas totalmente coreografiadas, en las que no cabe la improvisación -aunque si el azar-.
Tras su breve experiencia en Los Ángeles vuelve a Nueva York, donde empezaría a trabajar como asistente de fotógrafos profesionales, de ellos técnicas de fotografía publicitaria. Y, por fin, en 1984 comenzó a desarrollar una carrera independiente, sus primeras publicaciones se harían en Fortune, Esquire y algunas publicaciones de viajes de Condé Nast.
Tan solo 5 años después The National Endowments for the Arts concedió al fotógrafo la categoría de artista colaborador. En su búsqueda de escenarios en los que desarrollar sus trabajos volvió a Los Ángeles. En esta época frecuentaba el bulevar de Santa Mónica, y en él retrató, como nadie, vidas cuyo límite estaba al borde de un precipicio; estafadores, prostitutas y perdedores, casi siempre.
Al principio de su carrera sus personajes eran amigos, conocidos, familiares en retablos interiores ficticios. Con el paso del tiempo, su atención se fijó en el exterior, empezaría a fotografiar a desconocidos en espacios urbanos: Berlin, Calcuta, Hollywood, Nueva York, Roma y Tokio, utilizando la luz artificial para dar un aspecto dramático a su obra, los rostros iluminados dan una sensación mística que eleva su fotografía callejera a una expresión artística.
Philip-Lorca diCorcia ha sido reconocido y premiado en numerosas ocasiones, por ser uno de los artistas contemporáneos más importantes de este siglo. Entre estos reconocimientos y premios se incluyen varios National Endowment for the Arts, un John Simon Guggenheim Memorial Foundation, y el Infinity Award for Applied Photography from the International Center of Photography en Nueva York.
Sus obras se pasean por medio mundo formando parte de colecciones públicas y privadas como: Bibliothèque Nationale de France, Paris; el Museum of Fine Arts, Boston; el Metropolitan Museum of Art, Nueva York; el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, entre otras.
Cada una de sus series –Hustlers, Streetwork, Heads, A Storybook Life y Lucky Thirteen- se considera una exploración funcional y visceral del arte de la fotografía, desde una perspectiva moderna y con cierto aire ficticio.