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La historia del arte nos ha llevado a un camino de producción casi enteramente masculina, donde las mujeres han sido poco mostradas y reconocidas al mismo nivel al que sí lo han sido los hombres artistas. Se podría creer que no hubo producción femenina, pero aunque fue muy escasa, existió, y fue tan extraordinaria como Lavinia Fontana, que aún no podemos comprender por qué no es tan renombrada como otras tantas.
Biografía de Lavinia Fontana
Las mujeres han luchado por años en cumplir sus sueños, a duras penas pocas lo lograron. Lavinia Fontana fue una de esas pocas mujeres, quién llevó sus conocimientos, creatividad y gran capacidad artística, a convertirse en retratista de la corte del papa Paulo V.
A pesar de que sean los retratos de Leonardo Da Vinci de los más singulares del Renacimiento, entre otras obras icónicas de tal momento histórico, este tiempo también hubo gran representación artística femenina, especialmente por parte de mujeres hijas de pintores, y/o esposas de ellos, siendo Lavinia Fontana una de ellas.
Nació en Bolonia, Italia, el 24 (día en el que fue bautizada) de agosto del año 1552. Llegó a ser una importante pintora italiana del primer barroco, y finales del Renacimiento. Su fama e importancia fue tan grande, que logró dirigir su propio taller, colaborando también como pintora de la corte del papa Clemente VIII.
Familia de Lavinia Fontana
Lavinia Fontana fue hija del pintor manierista Prospero Fontana de la escuela de Bolonia, de quién aprendió y adquirió su talento. Asimismo, se casó cuando tenía 25 años con un pintor que colaboraba con su padre, Gian Paolo Zappi, pero con la condición de que éste le dejase trabajar como pintora.
Como es sabido, era una época donde no estaba bien visto o permitido que una mujer trabajase, ya que su responsabilidad estaba casi exclusivamente impuesta a las actividades del hogar y la crianza de sus hijos. Sin embargo, fue este un caso peculiar, fue Zappi quién se encargaría del cuidado de los 11 hijos que tuvieron, además de servirle como asistente en la creación de sus encargos pictóricos.
Inicios en la pintura
Muy poco es lo que aún se conserva de sus primeras obras, pero se sabe que desde pequeña mostró gran interés y talento para el dibujo y la pintura. Lavinia Fontana es una de las pocas artistas de las que más piezas se conservan, siendo solo 35 de ellas las que se encuentran firmadas y fechadas, pero son al menos 135 las que existen actualmente reservadas en diversos museos y colecciones particulares.
Sus primeras obras fueron enfocadas principalmente a temas religiosos, inspirada claramente en su padre. Sin embargo, su educación la vivió rodeada de muchos artistas, siendo Ludovico Carraci, un italiano grabador y pintor importante de la época, otro que también la influenciaría especialmente en el empleo de los fuertes colores propios de la escuela veneciana.
Su educación
Además de haber sido educada rodeada de artistas gracias a su padre, especialmente pintores de diversas importantes escuelas del norte de Italia. Algunos de estos artistas de los que se rodeó y admiró, fueron también el Veronés Paolo Caliari, e incluso a la pintora, Cremona, Sofonisba Anguissola, quién también influenció fuertemente en Fontana.
Lavinia Fontana vivió en un activo ambiente cultural del momento, considerando que fue el preciso instante en el que se creó la primera universidad del mundo. Estaba en constante progreso, considerando también la Universidad de Bolonia, siendo la primera en aceptar mujeres.
El obsequio de bodas
La primera obra de la que se le conoce, fue una suerte de obsequio de bodas a quién pronto sería su esposo, Gian Paolo Zappi. Se trata del Autorretrato con espineta de 1577, el cual fue realizado a éste, quién le había propuesto matrimonio.
La finalidad de este obsequio no era más que mostrar realmente lo que Lavinia esperaba a cambio, en caso de aceptar, para ello no hace falta más que leer el contenido precios del cuadro. En él aparece ella tocando el instrumento perteneciente a la familia del clavecín, la espineta.
Sin embargo, no es eso todo el contenido. De fondo, observamos un caballete en solitario, sin que ella misma perdiera el refinamiento que le caracteriza, mostrando que efectivamente a quién le pide matrimonio, es a una mujer muy culta y con además, un oficio que no pretende dejar atrás.
Esta suerte de carta de presentación, la llevó a casarse con la aceptación de las condiciones que esta propuso, sino que además el mismo Zappi, dejó de lado sus propios encargos, para dedicarse y apoyar los que Lavinia Fontana recibía.
Los detalles pictóricos a un máximo nivel
Muchas de mujeres nobles del momento tenían especial admiración hacia su obra, principalmente por cada uno de los detalles que Lavinia Fontana logró en las texturas del ropaje de sus personajes retratados, así como en los peinados. La familia Gozzadini es una gran muestra de ello, realizada en 1584, la cual realizó a sus 34 años, considerada como una de sus obras más logradas por los expertos.
Sin embargo, hay que detallar cada una de sus obras para corroborar esto. Pareciera que jamás dejó de intentar ir más allá de sus capacidades, lo que inició como influencia hacia la obra de su padre, se desarrolló y evolucionó hasta crear obras únicas y peculiares, sin dejar de considerar cada detalle, claramente visible más tarde con el Retrato de Bianca degli Utili Maselli y sus hijos, en 1605.
El peculiar retrato de Antonieta Gonsalvus
Lavinia Fontana se dedicó en gran medida a realizar retratos, especialmente por encargos diversos que constantemente recibía. Uno de los más peculiares fue el realizado a una de las hijas de Petrus Gonsalvus (Pedro González), quien era muy conocido por su peculiar alteración genética conocida como hipertricosis, la cual le generaba gran vellosidad en todo su cuerpo, como si de un hombre lobo se tratase.
En las Islas Canarias fue encontrado y trasladado a la corte del rey Enrique II de Francia para que fuese la atracción de toda la nobleza. Se trataba, para ellos, de una bestia domesticada. Más tarde, tuvo la suerte de casarse con una parisina de nombre Catherine, con quien tuvo seis hijos (se dice que esta historia inspiró al cuento La bella y la bestia), de los cuales algunos, como Antonieta, heredaron tales genes.
Fontana retrata con mucha ternura a Antonieta Gonsalvus, quién además posee en su mano un hoja de papel en la que expresa su historia familiar, argumentando que su familia y ella son más que una simple curiosidad del pueblo, que no son animales exóticos, son seres humanos.
La pintora pontificia: retratista de la Santa Sede en Roma
Hacia sus 50 años fue invitada a ser retratista en la Santa Sede en Roma. De esta manera llevó la fama que tenía ya establecida en su ciudad natal, mucho más allá. Es así como en 1603 se traslada con su familia, obteniendo de inmediato muchos grandes clientes, en los que además tuvo la oportunidad de incursionar en obra sacra.
Sin embargo, solo se mantuvo allí once años de gran prestigio, considerando que era conocida como la pintora pontificia, siendo asimismo elegida miembro de la Academia Romana.
Del prestigio profesional a la desgracia personal
Su gran capacidad pictórica, el manejo de la técnica, los detalles, y en definitiva, todo lo que logró realizar la llevó a mantener tanto prestigio como fortuna, que ser mujer en su tiempo no fue problema para ella. Sin embargo, no tuvo la misma suerte a nivel personal.
Aunque efectivamente tuvo un esposo comprensivo, que la apoyó en todo momento, pero también tuvo que lidiar con la pérdida de ocho de sus hijos. De los once que obtuvo, solo tres sobrevivieron; los demás fallecieron prematuros. Tal experiencia, le llevó a decidir retirarse junto a su marido y sus tres hijos, a un monasterio capuchino al final de su vida.
Última obra
Minerva vistiéndose es la última obra que se le conoce, antes de que ella misma decidiera abandonar la pintura. La realizó en 1613, mostrando a una peculiar Minerva más similar a Venus, que a la misma mítica mujer que representó. Es posible que a través de esta pieza, mostrara una suerte de reinvención de aquella juventud que ya había perdido.
Fueron diversos los desnudos que realizó, tanto femeninos, como masculinos, siendo esta solo una de tantas. Además de una colección de pinceles, pinturas y obras inigualables, Lavinia Fontana conservó una buena fortuna económica, en la que también existió una colección grande de antigüedades.
Falleció en Roma en 1614, un año después de haber concluido su última obra, en el monasterio en el que decidió pasar sus días finales, a los 63 años de edad.