La ropa ha sido una necesidad del hombre desde el inicio de la historia. En primera instancia, esta apareció como recurso que permitió la adaptación al clima. Posteriormente, con el tiempo se fue sofisticando, adecuándose a las características de cada cultura hasta transformarse.

Hoy por hoy el uso de la vestimenta está ligado a la noción de estilo personal y “moda” —como lo es un casinos en linea Chile a ocio y azar—, y ha pasado a ser una herramienta usada no solo para expresar la identidad, sino también el estatus social de los habitantes de cada comunidad.

Ahora bien, contrario a lo que se cree, pese a lo remoto del origen del vestuario, el concepto de “moda” como la conocemos hoy nació apenas hace poco más de un siglo. En adelante, se hablará un poco de cuáles fueron los momentos en la historia que ayudaron a definir la “moda” y cuál es su estado actualmente.

La ropa y la Revolución Francesa

El fin de la monarquía en gran parte del mundo constituyó un cambio importante en cómo se percibían las tendencias. Los aristócratas, la nueva clase emergente del siglo XIX, empezaron a necesitar telas y diseños con el fin de ser reconocidos o diferenciarse de otros grupos sociales (Wikipedia, 2023).

Lo antes descrito representó un cambio determinante para el desarrollo de grandes modistas, cuyos nombres pronto se convertirían en garantía de estilo y tendencias, no solo en Francia sino en todo el mundo Occidental.

Una década de prohibiciones vs el desenfreno en la moda

Los años veinte fueron reconocidos por sus excesos y la necesidad redefinir lo que estaba o no aceptado socialmente luego de la Primera Guerra Mundial. La ropa se convirtió en reflejo de esa necesidad y, rápidamente, la confección se volvió desenfadada, llena de brillo y opulencia (Wikipedia, 2023).

El cambio más relevante, para la mujer, fue liberarse del corsé y ver reducir la altura de sus faldas.

La sencillez llega con la Gran depresión y los sacos de harina

Las dificultades económicas durante los años treinta hicieron que todos los recursos se volvieran preciosos. En ese momento, los sacos de los cereales se hacían de algodón y, con el fin de aprovechar esa tela, las mujeres empezaron a confeccionar su propia ropa.

Las empresas de alimentos como Gooch Flour & Milling Co. de Nebraska, al ver el uso que le daban a sus sacos, crearon patrones estampados para sus productos (Piece Work Magazine, 2020). Esto ayudó a desarrollar la confección en países como Estados Unidos. Como resultado directo las calles pronto se llenaron de vestidos coloridos.

La Segunda Guerra Mundial, la ropa militar y los pantalones

La llegada de la guerra hizo que los materiales de confección escasearan, pues la prioridad en ese momento era la producción de ropa para los soldados. En consecuencia, las mujeres empezaron a incluir motivos militares en su ropa diaria y, en especial, a usar pantalones.

La sencillez no duró mucho, puesto que a finales de los años cuarenta regresaron los conjuntos icónicos de opulencia y diseño como el New Look de Dior, inspirados principalmente en el cine y Hollywood (El Atelier, 2021).

Entre la alta costura y producción en masa

Los años cincuenta nos regresan a la opulencia. Resaltaba la ropa extravagante con muchos accesorios, y todo gracias a la recuperación económica. Además, también retornó la idea de representar el status a través de las prendas creadas por algún gran modista, lo que dio paso al surgimiento de la “alta costura”. Fue así como los vestidos y trajes hechos a la medida tomaron gran protagonismo.

Por su parte —y paralelamente a lo comentado en el párrafo anterior— los avances tecnológicos de la época dieron nuevas posibilidades para crear grandes cantidades de prendas de buena calidad a bajo costo, lo que conocemos como moda prêt-à-portero ropa lista para usar.

Más adelante, durante los años sesenta y setenta, la moda fue influenciada por movimientos sociales. El feminismo nos trajo la minifalda y el bikini; mientras, la movida hippie, como respuesta a la guerra de Vietnam, creó el estilo “glam rock”.

Unos años después, el uso de nuevos materiales como la lycra y el denim impulsaron un estilo casual que en las siguientes décadas se convertirá en una mezcla entre ropa de trabajo y vestimenta diaria. La producción masiva de estas prendas facilitó el surgimiento de empresas multinacionales y grandes almacenes. No obstante, esto a su vez ocasionó la sobreproducción de ropa, un mal que hoy en día seguimos padeciendo.

El matrimonio entre la tecnología y la moda

El crecimiento de las ciudades y los avances tecnológicos a principios de los años noventa se originó una unión experimental en la moda: la techwear. De allí que las prendas se piensen para ser funcionales y adaptarse al ambiente o al cuerpo de quienes las usen. 

¿Un nuevo lujo?

Esta vestimenta marcó otro cambio importante: la percepción del lujo. Si bien antes el nombre de algún costurero o marca representaba calidad, el nuevo lujo se basa en la ausencia de marcas y en el uso de prendas funcionales, cuyo precio es bastante elevado. Por supuesto, hay prendas de menor calidad que mantienen los estándares tecnológicos y que son pensadas para personas con bajos recursos.

Ya vivimos el futuro

Aunque esta tendencia parezca algo de ciencia ficción, es muy real e implica un cambio en la producción y el diseño de lo que usamos. Esta visión ha cobrado fuerza en la última década puesto que su norte es la preservación del medio ambiente y de la especie. Ya no se trata solo de vestir bien, sino de resguardar el planeta y sus recursos, ahora es cuestión —como en el principio de todo— de supervivencia.