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La moda de estos locales pop-up con fecha de caducidad lleva ya un tiempo haciéndose notar en las propuestas gastronómicas de las ciudades más importantes de todo el mundo, y hace un par de años que llegó a nuestro país. Versatilidad, clandestinidad y la exclusividad que representa disfrutar de algo que otros no catarán antes de que desaparezca son las bazas de estos restaurantes.
Se llaman «pop-up» porque surgen de repente en lugares insospechados, y «efímeros» porque no se quedarán ahí permanentemente. Itinerantes y con un cierto halo de misterio (en algunos la ubicación exacta y el menú se guardan con mucho celo), estas nuevas propuestas gastronómicas se reinventan continuamente y suponen una apuesta por lo diferente y novedoso, que disfruta de una gran acogida.
Hace un tiempo os hablamos de Le Nomade Supper Club, una de las propuestas patrias, que precisamente en su secretismo y su exclusividad tiene sus principales encantos. No es la única que podemos encontrar en nuestro país: Muta, de Javier Bonet, no cambia de ubicación pero sí varía radicalmente su propuesta gastronómica cada cierto tiempo; The Table By reabrirá en septiembre en la capital; Hypothetic Organic Restaurant es el pop-up de Menúdavida en Madrid; We Pop es una propuesta que encontramos en Barcelona… Son algunos pop-up restaurants «made in Spain» que han traído hasta nosotros la originalidad de este modelo de negocio.
Por ser limitada y variable, la experiencia culinaria que ofrecen estos restaurantes es única: por lo general, la propuesta gastronómica es atrevida, el número de comensales reducido y la ubicación original e inesperada. Esta moda al alza, que comenzó en Londres y Nueva York, tiene un tinte underground por su relativa clandestinidad y porque permite alejarse de la experiencia gastronómica tradicional.
Además, es una excelente idea para que nuevos chefs se den a conocer (o los ya reconocidos tengan espacio para la experimentación) ahorrándose los costes fijos del alquiler de un local y pudiendo llegar a otros rincones del mundo sin necesidad de abrir un espacio nuevo. Además, muchos de ellos también son un ejercicio de arquitectura e interiorismo muy destacable, como Les Grandes Tables de L´île, en París, que solo permanecerá abierto tres años.
Las redes sociales suelen ser fundamentales para la promoción de estos restaurantes pop-up y, en algunos casos, para asistir es necesaria una invitación en la que se nos informe, muy poco antes de que tenga lugar el evento, de dónde y a qué hora se celebrará.
La rapidez con la que se monta y desmonta el restaurante permite aprovechar fugazmente espacios que de otra forma no podrían habilitarse como restaurantes, como estaciones abandonadas, fábricas, jardines, locales destinados a otro propósito… aunque hay quienes critican que precisamente por ello esta clase se restaurantes se escapan a las exigencias legales de urbanismo y hostelería habituales.
Por lo general, el renombre de los chefs detrás de la propuesta (Anthony Sedlak, Paco Roncero o Juan Amador son algunos de los nombres detrás de proyectos efímeros) y la originalidad del espacio en el que tendrá lugar la velada (como una mesa gigante suspendida en el aire, tal y como ofrece Dinner in the Sky; o en una estructura montada sobre algunos de los lugares y monumentos más conocidos, como The Cube) son los principales reclamos de estos pop-ups.