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Georges Braque (Argenteuil-sur-Seine, 1882- París, 1963), fue uno de los padres del cubismo, junto a su amigo Pablo Picasso, y uno de los grandes creadores del siglo XX, aunque en ocasiones su valía artística se ha subestimado.
Una de las máximas de Braque extraída de sus cuadernos “El Día y la Noche”, fue: “No hay que imitar aquello que se desea crear”, una convicción que presidió la vida de este excepcional artista.
Se inició en el Fauvismo, pasando por su incursión en el Cubismo y el período entre guerras, hasta sus últimas series dedicadas a los billares, los talleres, los pájaros –“me han inspirado siempre”, dijo el artista- y los paisajes que realizó al final de su vida, cuando se movía entre París y Varengeville.
Inventor de la técnica de collage de los “papiers collés” (papeles pegados), la importancia de este pintor francés fue subestimada en ocasiones, como apunta Brigitte Leal, comisaria de la muestra que se realizó hace unos años en el Museo Guggenheim Bilbao: “Su estatuto de artista oficial de la Francia gaullista le ensombreció indudablemente a los ojos de la generación contestataria que le siguió”.
A su vez, la obra de Braque está vinculada con la de otros creadores de distintos ámbitos que también han influido poderosamente en nuestro modo de percibir la realidad, como Apollinaire, René Char, Erik Satie o el propio Picasso.
La relación de Georges Braque con Picasso
Uno de los puntos más fuertes de su biografía es su relación con Pablo Picasso, al que conoció en 1907 en el barrio de Montmartre de París, donde el pintor malagueño tenía su estudio.
Allí, Braque descubre la última composición en la que Picasso estaba trabajando: “Las señoritas de Aviñón”, y se queda fascinado por aquel lienzo salvaje, compuesto por un conjunto de planos angulares sin fondo ni perspectiva espacial.
Aquel encuentro supuso un cambio radical en la vida y obra de Braque, embarcándose en una nueva etapa pictórica donde los planos sustituyen a los volúmenes, el espacio cobra su máxima importancia y prevalecen los tonos ocres y grises como demuestra en su obra “Gran desnudo” (1908).
Años después, Braque y Picasso dirigen una auténtica revolución estética, experimentando con la imitación de ciertas texturas y sombras, e incluyendo tipografía moderna en sus obras mediante la técnica del estarcido.
“En esa época, estaba muy unido a Picasso. A pesar de tener temperamentos muy distintos, estábamos guiados por una idea común”, comentó el propio Braque de aquel período.
“Vivíamos en Montmartre, nos veíamos todos los días, hablábamos… Durante aquellos años, Picasso y yo nos dijimos cosas que ya nadie se dirá nunca más, cosas que ya nadie sabría cómo decirse, que nadie sabría comprender…”.
Braque fue un autor que buscó `perturbar´ a través del arte, y lo ha conseguido.
Imágenes: Museo Guggenheim Bilbao
Vía Efe