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Tras el acuerdo alcanzado entre el Ministerio de Cultura y Deporte y la baronesa Carmen Thyssen-Bornemisza por el que se establece un alquiler anual de 6,5 millones de euros durante 15 años, con derecho a compra, de 330 obras de arte internacional de su colección particular, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza renueva su presentación en las salas con una nueva instalación en la planta baja del Palacio de Villahermosa, con acceso directo desde el hall central e independiente del de la colección permanente.
Esta nueva ubicación y discurso expositivo permite redescubrir la colección de una forma más coherente y global, con un recorrido cronológico que va desde la pintura holandesa del XVII y el vedutismo veneciano del XVIII hasta el arte del siglo XX.
Una nueva disposición que fluye de una forma más armónica a través de las salas y que permite además destacar sus principales hitos, tanto en cuanto a los movimientos artísticos mejor representados como a las piezas más importantes.
La colección Carmen Thyssen-Bornemisza
“La cesión definitiva de la colección familiar al Estado español fue, probablemente, uno de los hechos que me animaron a consolidar mi propia colección. La convivencia con mi marido a lo largo de todos estos años ha contribuido a contagiarme aún más la pasión por la pintura, he estado a su lado a la hora de decidir la adquisición de muchos cuadros que ahora están instalados en el Museo de Madrid. (…) fue a partir de 1993 cuando me decidí a asumir el reto de continuar personalmente la actividad que más notoriedad ha dado al nombre Thyssen Bornemisza a lo largo de este siglo” explica Carmen Thyssen.
La colección Carmen Thyssen nació como una continuación natural de la colección histórica familiar y es en la actualidad una de las colecciones privadas más importantes del mundo.
Fue en el Museo Nacional ThyssenBornemisza donde se presentó por primera vez, en 1996, precisamente en las mismas salas de la planta baja del Palacio de Villahermosa donde se ha realizado la nueva instalación. A esta exposición, que llevó por título De Canaletto a Kandinsky.
Obras maestras de la colección
Carmen Thyssen-Bornemisza, le siguieron múltiples presentaciones por todo el mundo, de China a Estados Unidos pasando por Japón, México, Suiza, Bélgica o Alemania, sin olvidar varias ciudades españolas, hasta su instalación en el edificio de la ampliación del museo madrileño en 2004.
El núcleo de la colección procedía de la herencia familiar, con obras no incluidas en el conjunto adquirido por el Estado español, entre las que cabe destacar importantes cuadros de pintura antigua (como El Jardín del Edén de Jan Brueghel I o Retrato de una dama joven de Fragonard), las cuatro esculturas de Rodin encargadas por August Thyssen, abuelo del Barón, al propio escultor y origen de la colección familiar y, sobre todo, un número importante de obras impresionistas, postimpresionistas, expresionistas y de pintura norteamericana de los siglos XIX y XX.
Este conjunto se fue ampliando con nuevas compras de los barones desde el año 1993 y, más tarde, de Carmen Thyssen ya en solitario. Las adquisiciones realizadas por la Baronesa estaban dirigidas a reforzar los núcleos esenciales de la colección y subrayar sus líneas de continuidad, al tiempo que mostraban su gusto personal, principalmente, su atracción por el género del paisaje o por las escuelas como el impresionismo, el postimpresionismo o el expresionismo alemán en las que la experiencia cromática alcanza sus cotas más altas.
Carmen Thyssen amplió significativamente la presencia de obras situadas en el arco que se extiende entre el paisajismo naturalista de mediados del XIX y las diversas corrientes de principios del XX; en particular, los movimientos que enlazan el impresionismo con el fauvismo y el expresionismo.
Es ahí donde la colección alcanza una mayor intensidad, con cuadros que ilustran momentos esenciales de la evolución de figuras tan destacadas como Corot, Van Gogh, Gauguin, Matisse, Picasso, Kirchner, Delaunay…, pero también de artistas menos conocidos, como Michel, Lhermitte, Mauve, Bernard o Manguin, entre otros muchos; pintores que, aun siendo figuras secundarias de la historia del arte, son de especial relevancia para comprender los lazos históricos entre determinadas tendencias o establecer vínculos con piezas destacadas de la colección. Una característica fundamental de la Colección Carmen Thyssen que, con esta nueva instalación, se revela de forma especial.
La nueva instalación
El discurso expositivo sigue el mismo criterio cronológico que marca el recorrido de la colección permanente y empieza por una sala dedicada a pintura antigua, principalmente de paisaje, con la escuela holandesa del siglo XVIII y el vedutismo italiano del XVIII como principales protagonistas. Obras de Ruisdael, Van der Neer o Van Goyen comparten espacio con piezas destacadas de Canaletto, Guardi y Vanvitelli, completando el conjunto algunos ejemplos del rococó francés, con Quillard y Fragonard, entre otros.
A continuación, el recorrido se adentra en el paisajismo naturalista del siglo XIX con dos espacios diferenciados para presentar, por un lado, la obra de pintores europeos, y por otro, la escuela norteamericana.
Entre los primeros destacan dos piezas clave: La Soledad de Corot, que se presenta rodeada de otros pintores de la Escuela de Barbizon como Robinson o Daubigny, y Molino de agua en Gennep, de la etapa holandesa de Vincent van Gogh, que cuelga junto a obras de Mauve, Israëls y Lhermitte, artistas fundamentales para entender el Van Gogh de ese período.
De la escuela norteamericana cabe destacar los lienzos de Albert Bierstadt o Martin Johnson Heade que, junto a los del resto de artistas representados, ofrecen una visión muy completa del paisajismo estadounidense del XIX.
La siguiente sala muestra las grandes obras impresionistas de la colección, igualmente, con dos secciones dedicadas al impresionismo francés y al norteamericano.
En la primera, se reúnen magníficos óleos de Pissarro (Campo de coles, Pontoise y Camino de Versalles, Louveciennes, sol de invierno y nieve), Sisley (La inundación de Port-Marly y Una tarde en Moret, final de octubre), Monet (Marea baja en Varengeville, La cabaña en Trouville, marea baja y La casa entre las flores) o Renoir (Campo de trigo); y entre los impresionistas norteamericanos destaca la obra de Childe Hassam (La Quinta Avenida en Washington Square), Merrit Chase (En el parque), Frieseke (Malvarrosas) o Twachtman (Paisaje nevado), entre otros.
Con un total de 8 pinturas, un dibujo y una escultura, Paul Gauguin es el protagonista principal del siguiente espacio, en el que se dedica un lugar central a una de las joyas de la Canaletto. La Escuela de San Marco, hacia 1765 Vincent van Gogh. Molino de agua en Gennep, 1884 Alfred Sisley.
La inundación en Port-Marly, 1876 colección: Mata Mua. Junto al resto de sus obras, entre las que cabe destacar también Idas y venidas, Martinica, otra pieza clave en la trayectoria artística del pintor, se exponen las de algunos representantes de la escuela de Pont-Aven y de los nabis, como Émile Bernard, Paul Sérusier, Maurice Denis o Édouard Vuillard.
El siguiente espacio está dedicado al neoimpresionismo, con cuadros de Paul Signac, Maximilian Luce, Henri-Edmond Cross o Théo Van Rysselberghe, y se incluyen ejemplos de otros artistas que muestran la influencia de este movimiento en algún momento de su trayectoria; lo vemos en Vista desde la casa del hermano de la artista, Bonn de Gabriele Münter, La Ludwigskirche en Múnich de Wassily Kandisnky o Naturaleza muerta con papagayo de Robert Delaunay.
A continuación, el recorrido se adentra en las primeras vanguardias europeas, principalmente en el fauvismo y el expresionismo. De los primeros, se reúne un importante conjunto de obras que ilustran perfectamente la evolución del movimiento entre 1905 y 1907, con lienzos de sus principales representantes – Derain, Vlaminck, Matisse, Manguin o Dufy-, pero también de la etapa fauve de pintores como George Braque (Marina, L’Estaque) o Edvard Munch (Gansos en el huerto).
Y del expresionismo alemán, uno de los capítulos más nutridos y que mejor evidencia la herencia del gusto artístico del Barón en la colección Carmen Thyssen, se presentan piezas destacadas de Kirchner (Paisaje con Castaño), Pechstein (Feria de caballos), Heckel (Casa en Dangast) o Nolde (Tarde de verano y Puente en la Marisma), a las que acompañan algunos ejemplos de otras vanguardias europeas, como Portuguesa (la gran portuguesa) de Delaunay, Los segadores de Picasso o Pesca de Natalia Goncharova.
Este paseo por el arte del siglo XX continúa en las salas siguientes con obras de Joan Miró (Pintura), Juan Gris (Mujer sentada), Paul Delvaux (El viaducto), Frantiseck Kupka (Acompañamiento sincopado), Max Beckmann (Despedida) o Victor Vasarely (Feny), entre los artistas europeos, y de Charles Bell (Thunder Smash) o Richard Estes (Nedick’s y People’s Flowers), entre los norteamericanos.
Reinstalación de la colección permanente
En agosto de 2021, se abrió la reinstalación de las salas de la colección permanente en las plantas 1 y 2, abarcando tanto el espacio del Palacio de Villahermosa como el ala de la ampliación realizada en 2004.
La planta 2 ofrece un recorrido por la colección de pintura antigua, desde el siglo XIII hasta Goya, y la planta 1 lo hace a través de la colección de pintura moderna, abarcando los siglos XIX y XX. Algunas obras de la colección Carmen Thyssen no incluidas en las nuevas salas se encuentran en el renovado recorrido de la colección permanente.