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Si hablamos de mujeres que dieron que hablar en su época, no debemos olvidarnos de Tamara de Lempicka. Nacida en Varsovia en 1898, retratista de la «sociality» de su época, logró transmitir en sus pinturas altas dosis de erotismo, lujo y belleza.
Mujer de carácter y referente de estilo en su época, supo plasmar el glamour del que hacia gala en cada uno de los retratos que llevo a cabo. Influenciada por el cubismo y referente del Art Déco, fue contrata por la alta burguesía y nobleza de su tiempo.
Tamara de Lempicka: de San Petersburgo a París
Hablar de su pintura es hablar de su vida. Nació en el seno de una familia de clase alta, en Varsovia, en la que fue educada en los buenos modales, aprendió idiomas y viajó por media Europa. Se casaría en 1916 con Tadeusz Lempicki, naciendo una hija de este primer matrimonio, Kizette.
Una vez estalla la Revolución de Octubre en 1917, su marido y ella se establecen en París. Allí comenzara a tomar clases en la Académie Ranson, con Maurice Denis, introduciéndose en el círculo de artistas parisino. Desde muy pronto se puede apreciar en sus obras, que está fuertemente influenciada por el cubismo.
Durante esta etapa, Tampara de Lempicka realiza una de sus obras maestras. Un autorretrato conduciendo un Bugatti verde. En la pintura aparece con un foulard, guantes de conducir, pelo corto y labios rojos, convirtiéndose en un modelo a seguir: nace el estilo garçon. Curiosamente, este cuadro nos recuerda a la muerte de la bailarina Isadora Duncan, estrangulada con su propio foulard al enredarse en las ruedas de su descapotable.
En 1927 pinta la Bella Rafaela representado una voluptuosa bañista. Su imagen con los ojos cerrados y los labios rojos, con un brazo provocativamente posado tras la cabeza, nos sumerge en el erotismo. La iluminación acentúa la relajación de la figura, estratégicamente ocultando la zona púbica. Se puede apreciar la deformación del cuerpo, prestando especial atención en los detalles de algunas zonas, como las manos, en contraposición con otras zonas más sencillas.
En esta pintura, Tamara nos muestra como ve el cuerpo femenino y esta manera de retratarlo será una constante en su obra. Tamara de Lempicka contempla de manera erótica a las mujeres, para ella sus modelos son un objeto de deseo sexual; por todos es conocida su bisexualidad.
Con una gran vida social, Tamara aparece en las gacetas de la época, su forma de vida, en la que denosta los clásicos valores burgueses, es foco de atención. Su aire de diva se manifiesta en los retratos que se toman de ella.
En 1931, Tamara se une a un grupo llamado «Société des Femmes Artistes Modernes (FAM)», un colectivo femenino de las artistas de la época, integrado también por Olga Boznanska o Alice Halicka. Este grupo realiza exhibiciones de mujeres artistas actuales o ya muertas, intentando dar a conocer al sexo femenino en el mundo del arte, sin importar su clase social o nacionalidad.
El FAM, trabaja de manera destacada el desnudo, para ello utiliza temas bíblicos o mitológicos ya usados anteriormente en la Historia del Arte, buscando la aceptación del público. En esta época, Tamara realiza Adán y Eva, obra que muestra a ambos abrazados, símbolo de la fertilidad y la creación. Fue expuesta por primera vez en la Maison de France en 1933.
Se divorciaría de su primer marido y se casaría, en 1933, con el barón Raoul Kuffner, convirtiéndola a ella en baronesa, para ser más exactos en «la baronesa con pincel», título que le encantaba utilizar.
Tamara de Lempicka: La baronesa con pincel en Nueva York.
Una vez contrae matrimonio con el coleccionista de arte barón Raoul Kuffner, se instala en Nueva York. Allí comenzará a retratar a la burguesía neoyorquina y expondrá en diferentes galerías. A parte de desnudos, comienzan sus bodegones de flores y representaciones religiosas.
Más tarde, su hija Kizette, se une a ella en Nueva York, huyendo de una Europa dominada por el nazismo. Tamara de Lempicka retraría a su hija en diferentes ocasiones a lo largo de su carrera.
Más adelante su estilo pasará del Art Déco al Abstraccionismo en sus obras. Es relevante como a lo largo de toda su carrera, mezcla diferentes estilos pictóricos trayéndolos a la actualidad a través de la ropa o el peinado de sus modelos.
Cuernavaca, muerte de Tamara de Lempicka y legado
El final de su vida lo pasa Tamara en Cuernavaca, México, junto a su hija Kizette. Allí muere mientras dormía, en 1980. Su último deseo es que sus cenizas fueran esparcidas en el volcán Popocatépelt y así lo hace su hija. En honor a su madre escribió sus memorias en el libro, «Passion by Design».
Su legado no se ha perdido, muchos personajes famosos, como Madonna han coleccionado sus obras de arte. Referente de estilo, ha sido inspiración para muchas colecciones de moda.
Si queréis conocer más sobre su obra, en Madrid hay una exposición sobre ella en el Palacio de Gaviria del 5 de octubre al 24 de febrero.