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El invierno llega a Bretaña y con él los paseos revitalizantes por su costa o sus senderos. Su naturaleza protegida se despierta entre grandes mareas y tempestades compartiendo su fuerza con los visitantes que se acercan a la región para recargar pilas.
Tanto para disfrutar de una estancia relajante como para desconectar dialogando con un entorno excepcional, el invierno permite disfrutar de una Bretaña más íntima en la que uno se reencuentra consigo mismo en el fin del mundo.
Observar las mayores mareas de Europa en Saint-Malo
En la bahía de Saint-Malo, las mareas superan regularmente el coeficiente 110, lo que indica que hay una diferencia de 12 metros entre la marea alta y la baja. Un fenómeno especialmente impresionante durante la marea alta, cuando las olas golpean contra el rompeolas de la playa de Sillón.
Las murallas, a la altura de la puerta de Santo Tomas, ofrecen un lugar seguro para observar la ciudad corsaria y deleitarse con este espectáculo único. Con la marea baja, el paisaje se transforma. Las olas se retiran a lo lejos y emerge un sorprendente paisaje lunar.
Es el momento ideal para darse un paseo hasta el islote de Grand Bé. Esta cita con la fuerza de la naturaleza se repite a lo largo de todo el año con coeficientes superiores a 90. Las grandes mareas más espectaculares del inicio de 2023 tendrán lugar los días 23 y 24 de enero, con un coeficiente de 105, y los días 21 y 22 de febrero, con uno de 112.
Son las mayores de Europa. Para vivir la experiencia a todas horas, los hoteles del paseo marítimo, el famoso Sillon, ofrecen vistas inmejorables como el hotel Ar Iniz o Les Thermes Marins.
Zigzaguear en kayak entre islas y faros
Con el gorro enroscado en la cabeza y bien abrigados, los valientes pueden surcar la costa de los Abers, las rías bretonas, en kayak. Un periplo tranquilo, sobre los conocidos minifiordos bretones.
En el paseo guiado en kayak se va descubriendo el . Haciendo eslalon entre sus islotes se toma rumbo hacia la Ile Vierge y su faro, el más alto del mundo en piedra tallada, se alcanza el Faro de Lanaon, y se sobrepasan la isla Cezon, que esconde vestigios arqueológicos, y la isla Wrac’h, guarida de artistas.
En Landéda, nos adentramos en el Aber Benoît, más delicado y melancólico, entre campos y riberas boscosas. Un espacio natural increíble para observar discretamente zarapitos, archibebes y otras aves que pasan allí el invierno.
Después de la excursión, llega el momento de relajarse y comer algo aprovechando que la temporada es la ideal para degustar sus famosas ostras.
Tempestad en la costa salvaje
Paisajes cambiantes, luces mágicas, aire puro y vigorizante, espacios abiertos en el horizonte… La Bahía de Quiberon y sus 14 km ofrecen un espectáculo invernal natural que linda con lo fantástico. El mar embravecido rompiendo sobre las rocas, las luces y colores que cambian cada minuto, el viento que te revuelve el cabello es energético, es salvaje, ¡y sienta tan bien!
Recorriendo el Sendero de los Aduaneros, desde el emblemático castillo Turpault hasta la Punta de Percho, se suceden los acantilados mordidos por el mar: el, la fuente de Port Kerné, la Punta de Kervihan con las fortificaciones de un campamento neolítico, Port Bara y su cueva visible cuando hay marea baja, la playa de Port Blanc y su arco, la Punta de Percho, dominada así por los vestigios de un puesto aduanero, y finalmente la Punta de Beg-en-Aud. Tantos paisajes que revelan toda su fuerza en la soledad del invierno.
Bienestar en tierras de leyendas
En invierno, Brocéliande alcanza el apogeo de su magia. La neblina de la mañana, los árboles centenarios, la mezcla de colores y olores le dan a este lugar un encanto especial. El diálogo con la naturaleza es más perceptible a pesar del ruido de nuestros pasos sobre la alfombra de hojas.
En el umbral del legendario bosque de Brocéliande, el Best Western Plus hotel & SPA Roi Arthur de 4 estrellas cultiva el placer de los sentidos. Entre masajes relajantes, tratamientos faciales personalizados y rituales corporales inspirados en las tradiciones más antiguas, el establecimiento propone un viaje al paraíso de la relajación.
En estos lugares mágicos habitados por personajes legendarios como el Rey Arturo, el hotel ofrece serenidad tanto en las habitaciones y los apartamentos cómodos y refinados, como en el restaurante del hotel, el pub del campo de golf o el restaurante Au Val sans Retour, en donde se puede saborear un cocina regional y creativa.
Ruta gastronómica, de las crepes al marisco
La gastronomía de Bretaña es famosa por sus crepes y sus galettes, pero estas deliciosas especialidades son solo la parte más conocida del patrimonio culinario bretón. Mientras uno recorre Bretaña, se deja seducir por la cálida acogida de las posadas y los restaurantes tradicionales.
Los apasionados que se esmeran en los fogones saben sublimar los productos locales y de temporada proponiendo una gastronomía con múltiples facetas y sabores excepcionales. Más allá de los restaurantes, lonjas, mercados o incluso granjas abren sus puertas a los gourmets que deseen descubrir la tradición culinaria bretona, incluso en pleno invierno.
Esta temporada también es la de los mariscos. Los habitantes de este lugar siempre han sabido explotar las riquezas del océano. Vieiras, ostras y cigalas son habituales en las mesas bretonas. En las noches de invierno, uno se arrulla frente al crepitar de la leña en la chimenea, disfrutando de una sopa de pescado elaborada con producto local.