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Hace unos días enfrentábamos la estética elegante de Manhattan frente al estilo industrial de Brooklyn. Tomando este último, hemos querido hacer una selección de hogares con decoración industrial donde cada detalle cuenta.
Interiores industriales que se entremezclan con pinceladas vintage. Los recuerdos se acumulan y cobran vida en cada rincón del hogar. Pero, si hay algo que diferencia esta estética de las demás es el encanto por lo destartalado: paredes a medio pintar, falsos oxidados, mobiliario de madera sin tratar, columnas que conservan su lugar o vigas y tubos originales que recorren las paredes.
Un estilo que vio la luz en los años 50, en el Nueva York de antaño. Una época en la que fábricas y almacenes en desuso se transformaron en amplias viviendas que resultaban muy económicas. Pronto, se convirtió en tendencia. Personajes célebres se hacían con “lofts industriales” y mostraban espléndidos apartamentos de techos altísimos, apariencia desgastada y una magia muy especial.
Esta corriente urbana se fue afianzando y se trasladó a pisos y viviendas. Sin necesidad de adquirir antiguas fábricas o almacenes, la decoración industrial llegó a los hogares neoyorquinos y se extendió alrededor del mundo. Londres, capital vintage por excelencia, es otra de las ciudades que ha sabido adoptar estos interiores con gran naturalidad.
Los muebles reciclados cobran protagonismo, ya que es precisamente el aspecto artesanal de las piezas las que consiguen crear el ambiente idóneo. La imperfección se convierte en perfección. Pequeñas superficies sin pintar, maderas naturales envejecidas, textiles sacudidos por el paso del tiempo, fisuras o cambios de forma… es lo que consigue un resultado único y con carácter propio.
Nos encantan los dormitorios sencillos con poco más que la cama y unos cuantos objetos donde la atención se centra en las paredes de ladrillo y los grandes ventanales antiguos. Se trata de una decoración que parece haber vivido mil y una historias antes de nuestra llegada, es ahí donde reside su especial encanto.
Si deseamos dar con un ropero de estética industrial vintage, sólo debemos hacernos con un buen burro o un caballete móvil. Combinar madera envejecida con metal es la opción ideal. Una vez lo tengas en tu poder, cuelga tus prendas favoritas mezcladas con complementos, e incluso, acumula en la parte inferior tus revistas antiguas, tus viejos vinilos o algún otro tesoro. El resultado: un pequeño rincón personalizado del que te enamorarás.
Y es que la acumulación es otra de las máximas de esta corriente interiorista. Se trata de crear cierto desorden estratégico donde cada pieza encuentra su lugar, un pequeño mercadillo o muestrario de artículos ‘joya’.