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La carrera contra el cambio climático está en manos de todos. Desde cada acción individual hasta grandes contribuciones son muy importantes. El tiempo está cambiando, cada vez son más las evidencias de que el planeta necesita que seamos conscientes del daño provocado y que nos pongamos manos a la obra para evitar seguir haciéndolo y tratar de revertir sus efectos.
Tormentas, olas de calor, el deshielo de los polos, las sequías, los tsunamis, la actividad sísmica reciente… son muchos de los problemas que están presentes actualmente y con los que debemos lidiar.
Por todo ello, las técnicas para enfrentar estos problemas y las propuestas de lucha y cambio se están dando en diversas disciplinas y ámbitos, incluida la arquitectura y el diseño de hogares y edificios.
En este post hablaremos sobre la arquitectura bioclimática, de qué se trata y cuáles son sus principios esenciales para llevarse a cabo de forma correcta.
¿A qué hace referencia la arquitectura bioclimática?
Consiste en tratar de aprovechar las condiciones medioambientales existentes para el beneficio de los habitantes de un edificio de viviendas. Dicho de otra forma, es la aplicación de los conocimientos en bioclimatología —rama de la ciencia que estudia la relación entre el clima y su efecto en los seres vivos— en el diseño y construcción de viviendas y edificios.
Este tipo de arquitectura busca diseñar edificios de manera estratégica para que se aprovechen al máximo recursos térmicos, lumínicos e hidráulicos reduciendo el impacto medioambiental y el consumo de energía eléctrica.
El pilar fundamental entonces es que la construcción se adapte al medio y no al revés. Para ello se siguen unos criterios de integración que tienen en cuenta diversos factores de la ubicación—cantidad de luz del sol que le llega al edificio, la tendencia pluvial de los alrededores, análisis de corrientes de aire, el tipo de vegetación de la zona, etc— e incluso los materiales o los colores que serán utilizados.
Los elementos básicos a los que atiende la arquitectura bioclimática
Para la optimización de los recursos existentes en la zona que se va a edificar se han de tener en cuenta los siguientes aspectos esenciales:
Aislamiento térmico
Para amortiguar y disminuir la variación de temperatura entre las diferentes partes del día y de la noche es conveniente saber que los suelos tienen una elevada inercia térmica, por lo que con técnicas como el semienterramiento de las edificaciones o de alguna de sus fachadas puede sacar provecho a la capacidad de acumulación calorífica del suelo.
Incluso se puede optar por añadir capas de la propia tierra de la zona como aislante adicional, además de tener en cuenta energías renovables como la geotermia —esta se aprovecha instalando una bomba de calor geotérmica que produce agua caliente, calefacción y frío—.
Los materiales utilizados
Es recomendable usar materiales con elevada masa, pues de este modo también se mantienen menos variaciones de temperatura entre exterior e interior. Para ello, el hormigón, la piedra natural o el ladrillo son apropiados —pueden incluso ser reutilizados o reciclados—, así como otros materiales naturales como la madera, la pizarra, la tierra o el bambú.
Si queremos pintar podemos hacer uso de mezclas con pigmentos naturales o para añadir la decoración, colocar plantas autóctonas tanto dentro como fuera del hogar.
La orientación de la construcción
Existe la necesidad de controlar la climatización de la casa de la forma más precisa posible para reducir el consumo de energía, por lo que usar sistemas de captación pluvial orientados adecuadamente, sistemas de placas solares o ventanales que permitan el paso de los rayos de sol, así como persianas, toldos, contraventanas o colocar de cierta forma vegetación —plantas verticales o árboles en jardines— nos ayudarán a optimizar la eficiencia de nuestro hogar.
Imágenes: Depositphotos y Unsplash