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Ya hace un año y medio que mi pareja y yo nos mudamos a un nuevo piso y, coincidió con el inicio de una colaboración muy especial para mí con la Escuela Trinel. En este tiempo con ellos, he podido hacer realidad algunos de los proyectos de restauración (yo prefiero llamarlos reciclaje y dejar la restauración para la recuperación de la originalidad de las obras) que llevaba mucho tiempo ideando en mi cabeza.
Si tengo que definir la decoración que elegí para este momento de mi vida en mi casa, sería sin duda la nórdica. Me encanta la luz que desprende, lo cálida y acogedora que resulta la madera mezclada con el blanco. Los contrastes marcados con tonos pastel dan vida a cada rincón y eso me hace sentir mucha paz según entro en cualquiera de las habitaciones.
Me apetece ir compartiendo pequeños rincones como hacía con mi anterior piso, ir descubriendo poco a poco los que se va creando. Aunque aún le queda mucho recorrido decorativo como para ser lo que tengo ideado, poco a poco va tomando forma. No necesito lujos, sólo objetos especiales que tengan un significado y, esos llegan conforme la vida pasa.
Lo primero que quiero agradecer es el trabajo de la base de la casa. Por supuesto a mi familia por su incondicional ayuda para la reforma, limpieza y las ideas, después a Luis, de Esparta. Él y su equipo nos acuchillaron el parquet y cambiaron los rodapiés y el lienzo inicial para empezar a crear quedó increíble.
Además de nórdico, el estilo de mi casa va adquiriendo cierto eclecticismo que me gusta cada vez más. No soy propensa a adherirme a una corriente y seguirla rajatabla. De esto estuve hablando con mi querida Lupe Clemente mientras paseábamos por Desembalaje Madrid: lo mejor de las casas es que reflejen lo que son sus dueños, lo que se ha vivido en ellas y que posean un carácter propio. No hay nada peor que una casa impersonal, aséptica, sin esencia.
Proceso de restauración de unas sillas tipo thonet
Y bueno, a lo que iba, una de las ideas que tuve según comencé mi andadura con Trinel fue la restauración de unas sillas tipo thonet para mi salón. La verdad es que no encontraba ningunas que me atrajeran especialmente y, tras ver tanto de lo mismo, opté por esta idea y no me arrepiento en absoluto.
En principio iban a ser cuatro y quería introducir dos colores diferentes: estaba entre el coral y un amarillo pastel increíbles. Pero al quedarme sin dos de ellas (un malentendido con el vendedor), me decanté por el azul verdoso (azul aguamarina como yo le llamo) que es la base del salón.
Fue un trabajo un poco más arduo de lo que me esperaba. Un barniz mal dado en la vida anterior de la silla hizo que fuera extremadamente difícil tener una buena superficie que me permitiese una capa uniforme y sin imperfecciones. Me costó varias capas de blanco y pulir con una lija de agua los socavones que iban apareciendo a lo largo de las patas.
Una de ellas además tenía la rejilla rota, por lo que tuve que cambiarla. Cuando queráis restaurar o reciclar una silla con la rejilla por arreglar, debéis fijaros en el nacimiento de la misma. Si sale de un surco realizado alrededor de la base de la silla, es de fácil solución, pero si veis que no hay surco sino agujeros, el trenzado está hecho a mano y eso sólo lo pueden hacer personas especializadas en ello. Yo he descartado auténticas maravillas por llevar rota la rejilla y ser de este último tipo.
En este caso, tuve suerte y pude hacerlo yo misma. Para ello, tuve que emplearme a fondo arrancando la rejilla original y haciendo un vaciado de los restos de material que quedaron dentro del surco. Lo cierto es que me sirvió como técnica para desestresarme durante el tiempo que estuve con esta parte 😉
Tras eso, coloqué la rejilla nueva humedecida (tras tres horas de estar sumergida en agua) dentro del surco, la sujeté con pinzas de la ropa y la dejé unos cuantos días para que tomara la forma.
Días más tarde, encolé el surco con la rejilla y fui introduciendo el junquillo, que es una vara cilíndrica que cierra y remata el surco. Se fija con un martillo, se sujeta con los gatos y a secar.
Tras ello, rematé el color azulado de la parte del respaldo ayudándome en esta ocasión con la cinta de carpintero para no pasarme. Para evitar que con la capilaridad parte del azul se traspasara al blanco, los bordes los pintaba con esponja a base de pequeños toques para que no hubiera tanta pintura sobrante.
Y del proceso poco más os puedo contar. Sólo que disfruté como una enana transformando estas sillas que ya forman parte del día a día de mi casa. ¡Os dejo con el resultado!
Si os ha gustado, me encantaría que compartáis este post para todos aquellos amantes de la decoración y la restauración. Nos vemos pronto con nuevos trabajos!
Imágenes y restauración: Laura Alejandro