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Hay modas que siempre vuelven. Los pantalones campana, tener móviles que se doblan sobre sí mismos, llevar riñonera… A muchas de estas modas que regresan se las define como vintage, que es más bien la reutilización de algo que ya no usábamos.
Incluso existen aplicaciones —la verdad que actualmente existen aplicaciones para todo— como Wallapop o Vinted en las que la gente vende los objetos que están bien conservados pero que ya no utiliza y así otra persona les da una nueva vida.
Esta reutilización sirve también para evitar generar residuos que tan solo necesitan un lavado de cara. Económicamente es muy útil ya que podemos transformar una vieja camiseta en un top moderno o una vieja lámpara en una luz retro sin apenas gastarnos dinero.
En este post nos centraremos en explicar un tutorial muy sencillo con el que podemos darle otro toque o estilo a distintos objetos decorativos que tengamos por casa y que no usemos.
Para empezar, a limpiar
El primer paso para realizar cualquier restauración o manualidad sobre un objeto usado es siempre procurar que la superficie sobre la que vamos a trabajar esté perfectamente limpia, consiguiendo así que aquello que vayamos a ponerle encima —pinturas, barniz, purpurina, hojas, etc— se adhiera correctamente y no se caiga al poco tiempo o se agriete.
Casi cualquier objeto —de vidrio o cerámico— tan solo necesita de agua y jabón y un secado que no deje marca para eliminar el polvo, grasa o cualquier otro residuo. A veces es recomendable usar un fijador específico de cristal o cerámica una vez esté limpia nuestra pieza para asegurarnos de la superficie está lista para tratar.
Continuamos consiguiendo los productos a usar
Una vez tenemos nuestra pieza limpia y lista, necesitarás los siguientes materiales: pinturas acrílicas de tonalidades marrones, rojizas o anaranjadas —ya que vamos a imitar el color del barro al cocerse—, bicarbonato sódico o levadura de repostería en polvo, además de distintas brochas con las que aplicar los productos.
Una de las ventajas de usar esta técnica es que es aplicable sobre muchos materiales distintos, nos permite jugar con los tonos de las pinturas pues podemos mezclarlas como más nos guste y su acabado es totalmente mate gracias a mezclar la pintura con el bicarbonato —ganando consistencia y grosor—.
Manos a la obra: paso a paso
Primer paso
En un recipiente, mezclaremos la pintura acrílica hasta alcanzar el tono que queramos y añadiremos un poco de levadura o bastante bicarbonato —dependiendo del producto que hayamos elegido— hasta que tenga la textura ideal, todo ello sin dejar de mezclar y remover bien.
Segundo paso
Es el momento de ponernos a pintar nuestra pieza. Cubre toda su superficie mediante movimientos verticales y horizontales con la brocha, dando una primera capa que dejaremos secar de dos a tres horas aproximadamente. Mientras dejamos secar, no olvides cubrir tu recipiente con la mezcla de pintura para que esta no se estropee o se seque demasiado.
Tercer paso
Recomendamos cubrir con una segunda capa nuestra pieza, sobre todo por si han quedado zonas más finas y el color es demasiado claro. Prestaremos atención a la boquilla de nuestra pieza y también la pintaremos quizás con un pincel más fino, incluso por dentro para que el efecto quede más real, volviendo a dejar secar varias horas hasta que esté listo para usar.
¡Y ya lo tenemos!
Una bonita vasija o jarrón de cerámica hecho por nosotros mismos que hemos conseguido con una pieza reciclada y por muy poco dinero pues las pinturas y el bicarbonato son productos que solemos tener por casa o que cuestan muy poquitos euros en cualquier parte.
Si pintamos varias piezas de diferentes tamaños podemos conseguir un bonito conjunto decorativo para nuestro comedor o pasillo, además de que siempre podremos poner dentro unas flores con los colores que mejor queden con el estilo de nuestra casa.