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Modelo, musa, reportera de guerra y fotógrafa. Lee Miller es una de las figuras más interesantes de las vanguardias del siglo XX y uno de los nombres menos sonados. Una vida llena de fotografía que no dudamos en traeros.
Elizabeth ‘Lee’ Miller nació en Poughkeepsie, Nueva York, en 1907. Sus primeros pasos en la fotografía los dio cuando era pequeña: su padre, Theodore, era ingeniero e inventor. También le atraía la fotografía y la eligió como modelo de sus fotos y, más tarde, terminó por acercarle la técnica fotográfica.
Las modelos favoritas de Theodore eran su hija y sus compañeras de colegio, aunque sus imágenes también solían protagonizarlas su mujer, Frances, y su hija desnudas en poses sexualmente explícitas. Pese a eso, su infancia fue dura y complicada. Con 7 años fue violada por un presunto familiar de la familia, aunque se sospecha de su padre y de su tío. Su madre era enfermera y tras la violación de su hija empleó un cruel tratamiento sobre ella: duchas vaginales con dicloruro de mercurio.
En 1925 Lee decide huir de su familia y se marcha a París. Allí estudió teatro en L’Ecole Medgyes pour la Technique du Theatre. Su estancia en la capital francesa duró seis meses, pues su padre cortó sus fondos para que volviera a Nueva York. Tras volver con sus padres, al otoño siguiente se matricula en el Art Students League en Nueva York, donde cambia su vida.
A los 19 años, de camino a clase en Mahattan, despistada decidió cruzar la carretera cuando un transeúnte la salvó de morir atropellada por un taxi. Su salvador resultó ser Conde Nast, fundador de Vogue, e interesado en Miller la propuso trabajar para él. Desde entonces decide llamarse Lee Miller. En 1927 fue portada de la revista Vogue y fue fotografiada por Edward Steichen. Miller no tardó en ganar fama y en convertirse en una de las modelos más solicitadas.
La marca de higiene femenina Kotex la eligió como imagen de sus productos. Esto supuso una polémica, ya que era la primera vez que una mujer posaba para anunciar toallas higiénicas. En el anuncio se puede leer : “Advierto a las mujeres cuando llevan vestidos ajustados. Dice un famoso modisto”.
Evolución profesional Lee Miller
Aunque trabajar como modelo le iba bien, ella quería escribir. Entonces, Conde Nast la envió como corresponsal de Vogue a París en 1929 para cubrir las noticias sociales, las del mundo de la moda y las del arte parisino. El problema es que Lee Miller sufría de bloqueos mentales, lo que la llevaba a almacenar gran cantidad de textos sin completar. Por ello incumplió numerosos plazos en la entrega de sus artículos y Nast decidió que se encargara de la investigación para los diseñadores.
En este nuevo trabajo, Lee Miller tuvo que hacer un catálogo de vestidos del Renacimiento que se usaría para reproducirlos y usarlos en una sesión de fotos de la revista de moda. Para ello visitó museos y palacios pero no era muy habilidosa dibujando esos vestidos, por lo que decidió fotografiarlos.
Su nueva dedicación a la fotografía hizo que se encontrara con el famoso artista Man Ray. Lee Miller acudió al estudio del dadaísta y surrealista para convertirse en su estudiante y así mejorar la técnica con la cámara. Man Ray respondió que no era profesor, añadiendo un “estoy aquí para inspirar, no para informar”. Pero desde ese día Miller se convirtió en su musa y amante y vivieron juntos de forma periódica durante tres años.
Gracias a esta relación, Miller conoció a Duchamp, Picasso, Ernst, Leonora Carrington, Magritte, Cocteau y al que sería su marido, Roland Penrose. Además, aprendió toda la técnica de Man Ray. Mientras, él la fotografiaba muy a menudo y fue su musa favorita. Muchas de las imágenes estaban cargadas de un erotismo surrealista.
Junto con Josephine Baker, fue la estadounidense más espontánea y desinhibida en Paris. Su atrevimiento iba desde conducir en topless a permitir un molde de uno de sus senos, que pasaría a ser usadas para hacer las copas de champán.
Cuando Lee trabajaba con Man Ray cometió un error al exponer una placa negativa a la luz. En vez de un problema, este accidente supuso el nacimiento de la técnica de la solarización.
Con ella, las imágenes quedaron deformadas por un aspecto eléctrico. Este descubrimiento benefició a Man Ray, quien disfrutó de reconocimiento internacional. Sin embargo a Lee Miller no se le dio el reconocimiento y pasó desapercibida o a un segundo plano. Aunque Man Ray criticaba el matrimonio y apostaba por la libertad sexual, no permitía que ella tuviera otras relaciones con otros hombres.
El rechazo de Miller supuso que éste se comportara de forma celosa y violenta, por lo que en 1930 Lee decidió dejarlo y abrir un estudio propio. En él se encontraban algunas de sus mejores imágenes surrealistas como “Man Ray afeitándose” (Man Ray shaving) y “La mano que estalla” (Exploding hand). Pero se encontró con un problema. Man Ray no quería que lo dejase y criticó su trabajo, amenazó a sus amantes, molestaba a sus amigos e incluso la acosaba.
El acoso que sufría hizo que Lee Miller marchara a Alejandría. Allí formó parte de un grupo de artistas británicos, entre los que estaba Lawrence Durrell. Tras la huida de su musa, Man Ray destrozó las imágenes en las que la retrató, creando los “Objetos de destrucción”. Mientras, en Egipto, Lee se reencontró con un amante, Aziz Eloui Bey, un egipcio millonario y mecenas. Poco después de casaron y Lee Miller pasó a ser anfitriona de las fiestas bacanales. Sus temas solían ser surrealistas.
Es entonces cuando decide centrarse en su propio estilo fotográfico, lleno de luz, con una apariencia sosegada pero con elementos incoherentes. Su arte empieza a madurar. Entre los ejemplos está “Retrato del espacio” (Portrait of space), imagen del desierto visto a través de una pantalla rota que además inspiró “El beso” a René Magritte. También destaca “La sombra de la pirámide” (From de top of the great pyramid), sacada desde la punta de la pirámide de Giza. Los motivos de sus trabajos suelen ser naturalistas y el cubismo influye en su estilo.
En 1939, cerca de Siwa, realizó una serie de imágenes de acantilados y afloramientos rocosos. Aunque las imágenes a primera vista parezcan simples representaciones, Miller aprendió qué el título que se le da a la obra puede cambia su completo significado. Esta herencia de los surrealistas hizo que jugara con esta serie de imágenes y el sexo. Así, la fotografía de un monolito recibe el nombre de “Cock Rock” y hace que la piedra recuerdo a un falo.
Ese mismo año decide dejar a su marido, irse de El Cairo y abandonar su vida en custodia y volver a París. En la capital francesa tuvo un affaire con el pintor Roland Penrose. Este era gran amigo de Max Ernst y de Pablo Picasso, que retrataron a Lee Miller. Cuando Penrose escribió una crítica sobre Picasso, fue Miller la encargada de tomar las fotografían que se incluirían en el libro. Al comienzo de la guerra la pareja partió a una mansión en Hampstead, Londres.
Penrose era pacifista pero Lee Miller quería cubrir la guerra. Intentó que los periódicos de Gran Bretaña la acreditasen para poder cubrir el conflicto como fotógrafa pero el ejército no permitía a las mujeres ir con las tropas en el combate. Finalmente, trabajó para “British Vogue” y sorprendió con una serie de imágenes del Blitz de Londres, que pasarían a ser un libro: “Gloria Sombría: Imágenes de Gran Bretaña bajo fuego”, con el texto de Edward R. Murrow.
Fue cuando EE.UU. Entró en guerra cuando volvió a la Vogue estadounidense. Entonces cubrió la guerra y con ella los desembarcos del Día-D en Francia. Durante la primera semana violó las órdenes y se adentró a la localidad sitiada de St. Malo, siendo la única fotógrafa en conseguir inmortalizarla. El día de la liberación de París también entró en la capital francesa.
En la guerra, Margaret Burke-White (cubrió la guerra desde el frente ruso) y ella fueron precursoras del fotoperiodismo. Las imágenes que sacó durante el conflicto tienen una influencia surrealista que carece de ángulos artificiosos y otras técnicas características. La realidad que retrata es lo bastante extraña. La muerte de las personas y el asesinato cultural ya son surrealistas por sí solas.
Uno de los comentarios que escribió Miller durante su experiencia en la guerra fue: “Todos hemos estados mal condicionados. Deberíamos haber sido expuestos a los clubes nocturnos, a dormir a ratos, a alarmas y a excursiones para prepararnos para esto, nuestra vida.” Tras la guerra, le costó acostumbrarse a la calma. Como muchos de los periodistas que cubrieron el frente de batalla, la guerra acabó pronto.
Aún respiraba el café, la bencedrina, la violencia y la acción. Dejó claras sus opiniones y escribió que nunca antes ha existido una población tan deshonesta como la alemana. De hecho, no escondió su aversión hacia los alemanes y estaba en contra de la reconstrucción de Alemania. Una de las últimas imágenes del conflicto que más ha llamado la atención es la de la ejecución del primer ministro húngaro, y colaborador del fascismo, Laszlo Bardossy (Facing the Firing Squad). Además, David E. Scherman la fotografió bañándose en la bañera de Hitler, tras su suicidio, con su retrato observándola.
De vuelta a Londres, la fotografía dejó de tener sentido para ella. Ya no le apasionaba de la misma forma porque ya no podía inmortalizar personajes y escenas tan profundas como en la guerra. A partir de entonces se centra en hacer retratos de amigos, como a Picasso.
En la década de los 50 dejó de fotografiar. También se negó a hacer entrevistas e incluso prohibió la exposición de sus trabajos. Eso influyó en su pobre reconocimiento en la actualidad. Dejó el mundo de la imagen y se centró en la cocina, coleccionando recetas y entrevistando a chefs.
En 1970 murió de cáncer. Su hijo Anthony se adentró en su ático y se topó con más de 40 mil negativos y 500 positivos, muchos nunca vistos antes. Al encontrar todo su trabajo, decidió sacar a la luz su legado. Lo primero que hizo fue publicar el libro “The lives of Lee Miller”, después abrió un museo en East Sussex y, finalmente, crear una web.