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Del 1 de marzo al 16 de junio podemos encontrar en el Thyssen-Bornemisza una exposición dedicada a las mujeres artistas que marcaron un antes y un después en la vanguardia rusa.
Reuniendo 12 obras seleccionadas de diferentes pintoras, a la par que sus biografías, textos de la época y fotografías, nos da una muestra de como estas mujeres supieron difundir la nueva estética, sin abandonar el folclore ruso, que escandalizó a una rusa inmersa en la autocracia y que pasaba de una sociedad prácticamente medieval a una preindustrial.
Aunque nunca llegaron a formar un grupo, todas estas mujeres se influenciaron mutuamente y cada uno se vinculó a los diferentes movimientos estéticos que nacieron a principios del siglo XX tales como el abstraccionismo, el futurismo o el fauvismo.
Natalia Goncharova, rayonismo
Claro ejemplo de la mezcla de las nuevas corrientes artísticas y el folclore ruso, paso de una primera fase neoprimitivista, en la que sus obras tienen reminiscencias de Gauguin y Matisse, a otra en la que se interesaba por el cubismo y el futurismo, finalmente enfocando su obra hacia el rayonismo.
Alexandra Exter, futurismo colorido
Combinando la vanguardia, la tradición y un fuerte interés por la escena parisiense, se relacionó en sus viajes a la ciudad de luz con Georges Braque y Picasso, padres del cubismo.
Impresionada por esta nueva concepción del arte, adoptó inmediatamente esta estética y la difundió por toda Rusia. Coqueteando con el futurismo, introdujo el movimiento en sus obras y apostó por el color.
Finalmente acabó realizando sus primeras obras no figurativas a la par que colaboró en teatro y diseñó moda.
Olga Rózanova, mezcla cubista y futurista
Innovadora en sus métodos, apostó por el arte no figurativo y una continua búsqueda de nuevas formas de expresión. Su obra comenzó ligada al futurismo y llegó a escribir poemas transracionales.
Mezclando el cubismo y el futurismo dio a luz una serie de obras donde el color es la preocupación principal. Este trabajo tuvo un fuerte impacto en Filippo Marinetti que decidió incluirlas en la Primera Exposición Futurista Internacional de Roma, en 1914.
Nadeshda Udaltsova, marcada por el Cubismo
El movimiento cubista marcó su obra. Exponente de esta corriente en Rusia, viajó a París y asistió a las clases impartidas por Jean Metzinger y Henri Le Fauconnier en la Académie de la Palette.
A partir de la Revolución de Octubre en la que se instauró el régimen comunista de Lenin, en 1917, Nadesha llevó a cabo diferentes iniciativas culturales e impartió clases, convirtiéndose en miembro del Instituto Estatal de Cultura Artística (Injuk).
Los encontronazos con los artistas constructivistas que defendían el abandono de la pintura como práctica artística, hicieron que abandonara el instituto en 1921.
Liubov Popova, artista multidisciplinar
Influenciada por el arte antiguo y las corrientes artísticas contemporáneas,que conoció a raíz de múltiples viajes con su familia por Europa, los combinó con las nuevas estéticas cubistas y futuristas.
Un nuevo viaje Italia permitió que conociera de primera mano el futurismo, combinando todos estos lenguajes en sus obras.
Ya comenzada la era comunista, ahondó en el suprematismo y el constructivismo, y junto a otros artistas del Injuk, renunció a la pintura al caballete e inició una importante carrera como diseñadora gráfica, textil y escenógrafa.
Varvara Stepanova, constructivista y diseñadora
Iniciándose en la poesía transracional, combinó en sus escrito texto y formas abstractas. Ferviente seguidora de la Revolución de Octubre, representó en sus obras el ideal de la era socialista, basado en tres premisas: un ser robótico, eficiente y dinámico.
Al igual que otros artistas rusos, abandonó la pintura al caballete, girando su obra hacia el constructivismo, y, finalmente, se decantó por el diseño, enfocándose en el ámbito textil y la decoración de espacios públicos y teatrales.
Sonia Delaunay, vanguardista hasta la abstracción
Sonia pasó toda su vida en París, pero en ningún momento abandonó las influencias que la cultura rusa había tenido en su vida. Estas influencias se manifiestan en sus obras, apostando por la abstracción y el color, y expandiendo sus ideas artísticas a todos los objetos de la vida cotidiana.
Figura clave de este grupo de artistas rusas, también se convirtió en personaje central de la vanguardia junto a Robert Delaunay, su marido desde 1910. Ambos investigaron los contrastes de color y la disolución de la forma a través de la luz, llegando a la abstracción.
Podemos encontrar esta exposición en la Sala 43 del Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid, que a parte de las obras de las citadas autoras incluirá un vídeo sobre la restauración de las obras Pesca de Goncharova y Jugadores de billar de Varvara Stepanova.