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El Impresionismo surge de la evolución del Realismo y de la Escuela paisajística francesa de finales del siglo XIX. Su comienzo se marca en 1863, con la creación del Salon des Refusés, como forma de crítica y rebelión al arte estancado y poco imaginativo y original. Surgen autores destacados como Monet, Renoir y Van Gogh.
La etapa de este nuevo movimiento artístico, coincide casualmente con una transformación social y filosófica, que influye particularmente en las características de este arte; de esta forma hablamos de el surgimiento de una nueva clase social llamada burguesía y la gran llegada del positivismo.
Los autores del Impresionismo
La burguesía supone una revolución social, ya que trae sus propios usos y costumbres. El campo deja de ser un lugar de trabajo y labranza para convertirse en un lugar de ocio: los burgueses disfrutaban con las excursiones campestres. Este nuevo concepto del campo es retratado sutilmente por los dos iconos del estilo: Monet y Renoir.
En el otro extremo, la ciudad se alza como el nuevo espacio para esta nueva clase social. Así, aparecen los flanneurs, burgueses presumidos amantes de los paseos por la urbe y el ocio, que asistían regularmente a los conciertos en los boulevards y los jardines de París. En este mismo espacio, la ciudad, adquiere importancia y gana seguidores la vida nocturna: los habitantes empiezan a asistir a locales nocturnos, al ballet, a actuaciones de cabaret y, como no, adoraban las tertulias.
Se trata de una nueva forma de vida muy distinta a la anterior, que resulta fascinante a los ojos de los artistas impresionistas del momento y que les sirve de fuente de inspiración para sus obras, sobre todo los autores Degas o Toulouse-Lautrec, artistas para los que han muerto definitivamente los temas utilizados en el pasado que antes causaban tanta sensación.
La llegada de la nueva corriente filosófica, el Positivismo, provoca un cambio en la percepción de las cosas, una percepción totalmente objetiva y que resta valor a todo aquello que no sea clasificable bajo las leyes del color y la óptica. Así, todo objeto natural, visible y afectado por el color y la luz, se convierte en fuente de representación artística. El cuadro impresionista se vuelca por completo en la representación de paisajes, regatas, reuniones y tertulias.
Los impresionistas se agrupan en torno al artista Manet, que fue cruelmente rechazado por los Salones oficiales y que fue el mayor promotor del Salon des Refusés. Allí, estos artistas reunidos proponen un nuevo léxico artístico basado en pinceladas descompuestas de colores primarios, que el público rechaza porque es incapaz de recomponer con su retina y «leer» correctamente.
Pero aun así, el Impresionismo cuenta con el apoyo otras dos nuevas fuerzas sociales emergentes: los críticos artísticos, que guiarán el gusto del público; y los marchands o vendedores de arte, que colocan sus cuadros en las mejores colecciones del país. Las propias aficiones de los habitantes de la ciudades, las tertulias y los salones extra-oficiales formas propagandísticas del nuevo estilo.
Corot y Millet son los máximos precursores del Impresionismo en Francia, apoyados por la innovación de los paisajes de Turner que encaminaba una tendencia paisajista desarrollada por el Grupo de Batignoles, llamados así por vivir en el barrio del mismo nombre, tales como Monet, Boudin y Renoir.
También influyen en este movimiento especialmente de color y composición del Siglo de Oro español; y del japonismo, una moda de la época de la que los artistas cogieron técnicas de espacio y colores planos, que no falsifican la realidad.
Por otro lado, la fotografía, que aunque es una forma bastante menos utilizada que el paisajismo, aporta pinturas amables, ligeras y pintorescas que hacen un retrato pero siempre con un paisajes de fondo. Aquí las pinceladas son muy cortas que a veces dejan entrever el fondo blanco del lienzo. Normalmente, respondían a encargos personales. una En cualquier caso, el resultado es una pintura amable, ligera, frecuentemente de paisaje, llena de luz y color, con pinceladas muy cortas que a veces dejan entrever el blanco del lienzo. No son cuadros grandes puesto que responden a encargos privados. La obra más representativa: La Barra del Folies-Bergère de Manet, que representa el mundo noctámbulo parisino.
Por último otros autores destacados en este movimiento son Van Gogh y Caillebotte, de los cuales os presentamos sus obras más famosas, y a la vez más criticadas en el caso de Caillebotte.