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La empatía es la identificación emocional que uno experimenta con el estado mental de otra persona.
Además del sentimiento, es esencialmente la «extensión» del sentido de una persona más allá de su sentimiento personal. Una emoción se define como cualquier cosa que una persona siente al evaluar un evento de una manera particular y generalmente conduce a cambios en el cuerpo o el comportamiento humanos. Por tanto, todas las emociones son, en esencia, impulsos para la acción. Entonces, las emociones conducen a acciones que podemos percibir.
Las emociones tienen orígenes internos o externos. A veces son causadas por pensamientos, creencias y, en otras ocasiones, por eventos externos, situaciones, personas. La empatía se refiere típicamente a la identificación emocional que uno experimenta con el estado mental de otra persona, al mismo tiempo combinada con el esfuerzo por decodificar y comprender su comportamiento y motivaciones.
En palabras simples, la empatía sería el esfuerzo consciente y la capacidad de poder ponerse en tu lugar y comprender cómo te sientes.
¿Nacemos con empatía o nos convertimos en empáticos?
Esta habilidad, aunque está incrustada de forma innata en nuestro ADN, es producto del aprendizaje y la experiencia. Nuestros padres, nuestros cuidadores principales, las personas que conocemos más tarde en la vida, en todo el espectro de nuestras relaciones interpersonales y compromisos, a veces de manera positiva, a veces neutral y a veces despectiva y con una carga emocional «congelada». De lo anterior llegamos a la conclusión de que, aunque todos estamos programados biológicamente para esta extraordinaria habilidad, solo unos pocos han tenido la oportunidad de «aprenderla» temprano en la vida.
El resto de nosotros somos menos afortunados de tener la oportunidad y la «deuda» de trabajar y conquistarla ahora. La empatía no significa necesariamente que estoy experimentando o he experimentado la misma emoción, significa que quiero y puedo entender cómo es que lo que otra persona está experimentando y elijo clara y válidamente cómo quiero y cómo debo responder de manera efectiva.
De esta forma se aumentan las posibilidades de recibir un tratamiento similar. Así que no solo es altruista, sino que también es positivamente utilitario, en el buen sentido. Si todos practicáramos esta habilidad, la vida de todos sería sustancialmente mejor.
¿Qué nos resulta difícil de la empatía?
Debemos ver qué nos impide consolidar y aplicar actitudes emocionales de contacto y comunicación.
Algunas de las razones por las que a veces nos cuesta ser empáticos con los demás son:
1. Las etiquetas que nos ponemos a nosotros mismos y a los demás.
2. Llevamos a conclusiones arbitrarias basadas en hechos individuales, sin tener datos suficientes (panorama general, excepciones, lo que ha sucedido en casos similares).
3. A menudo no somos conscientes de que siempre cargamos con nuestros puntos de vista subjetivos, opiniones y prejuicios, que nos impiden ver con claridad los puntos de vista, pensamientos y sentimientos de los demás.
4. Nos olvidamos de que a los demás también pasan por situaciones complicadas.
5. Somos puramente egocéntricos, sin importarnos cómo se sienten y piensan los demás. Todo lo anterior debe redefinirse y ajustarse o incluso cambiarse.
En su lugar, basta con intentar establecer un esfuerzo consciente y evidente para comprender y cuidar los sentimientos de la otra persona.