Jean Nouvel nace en 1945 en Fumel, una pequeña villa del suroeste de Francia, en la región de Aquitania. Siendo todavía un niño, su familia se trasladó a la localidad de Sarlat, ciudad medieval repleta de edificios góticos, una estancia que marcará su infancia al igual que la de tantos otros niños franceses, por las carencias y restricciones propias de la posguerra.

Pasó por la Escuela Superior de Bellas Artes de París donde empezó a estudiar pintura, aunque al poco tiempo de iniciarlo lo dejó para dedicarse a la arquitectura. Un cambio que el el futuro achacaría a la falta de dinero, ya que según Nouvel apenas vivía sin dinero y vio en la arquitectura un lugar para poder ganarse la vida, en un momento histórico y político difícil, bajo el gobierno de Charles de Gaulle y el descontento social generalizado.

Este descontento social desembocó en las revueltas del hoy conocido como Mayo del 68 francés, promovido tanto por por artistas como estudiantes y clases obreras. Nouvel participó de forma activa en las revueltas, que de alguna forma influirían en sus diseños posteriores, su reacción en los disturbios se plasmó en una puesta en practica de la arquitectura con proyectos utópicos y socialistas.

En estos años de estudios universitarios Nouvel trabajó con Claude Parent, un arquitecto marginal y polémico que se centra en la ausencia de composición en las fachadas, y la identificación de los muros como primer elemento de construcción del hombre. Con estas influencias se licenció en 1972, y en 1976 creó Arquitectos Franceses Mayo 76, un movimiento de carácter progresista que pretendía una participación activa de los arquitectos en los ámbitos de decisión como la política urbana o la gestión del patrimonio.

Durante esta época convulsa su actividad en la arquitectura no era tan intensa como el deseaba, ya que apenas pudo desarrollar los proyectos en los concursos en los que participaba. Pero en la década de los 80 la situación laboral y social cambió para Nouvel. Se abría una época de grandes proyectos constructivos impulsados por el presidente François Mitterrand que favoreció la puesta en escena de arquitecto como Nouvel.

En 1982 Jean Nouvel se dio a conocer de forma internacional al ganar el concurso para la construcción del Instituto del Mundo Árabe, que estructuró en dos cuerpos separados por una estrecha franja: uno en forma de paralelepípedo o un cuadrilátero que se aproxima a la anterior figura y el otro rectangular, pero ligeramente combado en su parte central.

El propósito era que el edificio pudiera ser percibido de manera distinta desde cualquier ángulo exterior. Efecto buscado habitualmente en las obras de Nouvel. La parte norte del inmueble tiene su fachada norte curva y la sur recta, formando un pico en la confluencia de ambas.

Cada parte del inmueble no tiene una función clara, concepto que se contrapone a la arquitectura moderna de dar a cada parte un uso distinto. Las fachadas están enteramente acristaladas para dejar pasar una gran cantidad de luz al interior, pero los acristalamientos son diferentes en cada parte.

Además las ventanas de la parte sur tienen una serie de células fotoeléctricas semejantes al diafragma de una cámara de fotos que se abren cuanto menos luz exterior reciben y viceversa. Las 17.000 células fotoeléctricas formaban figuras geométricas que recuerdan los dibujos de los edificios árabes.

El edificio fue inaugurado en 1987 y aquel mismo año Nouvel fue galardonado con el Gran Premio de Arquitectura. Con esta obra destaca como arquitecto alejado de las corriente arquitectónicas de la época. Nouvel siempre ha buscado crear su propio lenguaje arquitectónico, lejos de los estilos del modernismo y post-modernismo. Sin seguir las ideas de Le Corbusier.

Así sus edificios difieren notablemente el uno del otro, pero si existe un elemento en común, que es la transparencia, el juego de luz y sombras. Esto aporta una sensación de irrealidad e indefinición, propio de todas su obras.

A finales de los años 80 Nouvel se convirtió en el arquitecto de moda y referente francés, por lo que muchos de los proyectos más destacados se encargaron a él. Pero la crisis económica por la que pasaba Europa por aquellos años paralizó muchos de sus proyectos. Hasta que le llegó la oportunidad de la Fundación Cartier, concebida como una inmensa caja ortogonal y transparente con el fin de que el espacio y la luz predominaran por encima de los elementos estructurales.

La fachada tan característica tienen una superficie mayor a la necesaria para cubrir el edificio, extendiéndose por la derecha, izquierda y por la parte superior. De esta manera, Nouvel consigue hacer que el edificio tenga cuatro alas, dos adelante y dos detrás, creando así unos límites imprecisos para dar impresión de ligereza y virtualidad.

Esta construcción dio pie a otras muchas que le hicieron resurgir en el panorama, aunque esta vez con polémica por sus diseños de la Ópera de Lyon o el Centro Comercial de Euralille.

En España no desarrolló ningún proyecto hasta el año 2005, diseñando en primer lugar la Torre Agbar en Barcelona, un espectacular rascacielos de 142 metros, con una estructura cilíndrica y coronado por una cúpula. El edificio está recubierto con 16.000 láminas de vidrio translúcido que cambian de color según la intensidad y las variaciones de la luz solar.

En el mismo año también participa de la ampliación del Museo de Arte Reina Sofía donde emplea el vidrio y materiales reflectantes con en anteriores diseños. Y por último también en Madrid la fachada del Hotel Puerta de América, famoso por su colores.

Nouvel ha ganado numerosos premios de arquitectura y diseño. En 1989 obtiene el Premio Aga Khan por el Instituto del Mundo Árabe. En el 2005 el Premio Wolf y en el 2008 el Premio Pritzker, el más importante en el mundo de la arquitectura.

En definitiva sus edificios se caracterizan por una gran originalidad estructural y por el entorno espacial y cultural en el que se inscriben. Además, Nouvel es de los pocos arquitectos que ha sabido aunar en sus obras la tradición con la tecnología.