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Esther Ferrer Ruiz es una de las mejores artistas españolas de su generación, interdisciplinaria, centrada en el performance art. Inició su carrera artística a finales de los años 60’, desarrollando sus conceptos a partir de formas muy variadas, así como materiales, transformándola en una de las artistas pioneras de la performance.
La artista nació en San Sebastián, España, el 19 de diciembre del año 1937. Su esposo es el compositor minimalista estadounidense Tom Johnson, con quién en el año 2018 presentó una exposición interdisciplinaria llamada Diálogos en la frontera en la biblioteca Bidebarrieta de Bilbao; la finalidad era desarrollar un diálogo entre la ciencia, el arte y la música.
El Taller de Libre Expresión
La artista de la performance Ferrer inició su carrera en el área, al iniciar en el Taller Libre Expresión creada por ella misma junto al pintor José Antonio Sistiaga. Esto ocurrió a principios de los años 60’. Gracias a este taller, se lograron crear muchas otras actividades paralelas, como la creación de la Escuela Experimental en Elorrio.
Las tres décadas del grupo ZAJ
En 1967 Esther Ferrer inicia actividades junto al grupo ZAJ, el cual ya se había fundado apenas un año antes. Sus fundadores fueron el compositor español Ramón Barce Benito, el artista interdisciplinario, también español, Juan Hidalgo Codorniu y el italiano Walter Marchetti.
El grupo ZAJ era especialmente conocido por sus radicales actuaciones conceptuales, en las que la mayoría se inspiraban en la idea y obra misma del artista estadounidense John Cage. Las actuaciones consistían en prácticas realizadas en diversos teatros y salas de concierto de España justamente en medio de la dictadura de Francisco Franco.
Estherr Ferrer experimenta dentro del grupo Zaj la realización de obras plásticas (actividad que se encontraba retomando) a partir del uso de fotografías que intervenía, creando instalaciones, dibujos, cuadros, los cuales basaban en números primos en serie, piezas sonoras y objetos diversos.
Fuentes de inspiración
A pesar de que la obra de la artista de la performance Esther Ferrer se inscribe dentro del arte conceptual y minimalista, sus principales referencias son creadores tales como John Cage, Stéphane Mallarmé y George Perec, quienes sin duda rompieron esquemas estructurales en su momento.
Al mismo tiempo, los modelos feministas que surgían en sus inicios, fueron también una gran fuente de inspiración, tanto que suele ser hoy día de inspiración para otras artistas feministas.
Sus mejores proyectos artísticos y performáticos
Son innumerables las puestas en escena performáticas que ha realizado Esther Ferrer, no solo en galerías y museos, así como los muchos premios que ha recibido por ellos; sino que también, gracias a su interdisciplinariedad, sale a la calle a mostrar e interactuar con sus ideas.
A pesar de que trabaja desde el minimalismo, integra elementos que generan tanto humor, como rigor, e incluso lo absurdo y la diversión al mismo tiempo. Ha sido así, muchos que hayan tenido la oportunidad de participar no solo como espectador, sino como actuante, habrá podido percibirlo.
Muchos de sus proyectos artísticos basados en ideas en concreta, han sido repetidos a lo largo de los años, desde sus primeras expresiones, en distintas áreas. Desde Proyectos espaciales, hasta Las risas del mundo, entre otras que siguen desarrollándose.
Instalaciones con sillas, 1984
Un artista trabaja desde la intimidad, desde aquello que le gusta, o le desagrada, pero siempre parten de algo que forme parte fundamental de sí mismos. A Esther Ferrer siempre le gustaron las sillas, entre otros tantos objetos de uso cotidiano, pero que, al mismo tiempo estos, con su sola presencia, sean capaces de modificar el espacio. Es así como surgen sus Instalaciones con sillas.
De estas estructuras cotidiana, extrae sus cualidades más antropomórficas, más allá del material con el que se hayan construido. Estas sillas son despojadas de su tradicional ornamentación “desnudándolas”, creando líneas rectas o curvas organizándola de una forma casi orgánica.
A partir de estas ideas, la artista creó piezas diversas a partir de distintas técnicas, como el dibujo e incluso maquetas previas para lograr concluir en sus performances. Para ello, se trató siempre de una riqueza estructural entre esta silla y su conjunto, que bien podría ser ocupando un espacio variando sus formas dentro de éste, generalmente sostenida por hilos-cuerdas que se conectaban con paredes, haciendo que la silla se suspendiese tomando diversas posturas.
Entrada a una exposición, 1990
La performance como movimiento artístico se fundamenta principalmente en el uso del cuerpo; este es en gran medida el soporte de los discursos de cada artista. La piel se convierte en la fuente de información, además, quizás lo más complejo, es la puerta de entrada de las sensaciones.
De esta manera entenderemos mejor que la instalación Entrada a una exposición de Esther Ferrer tiene como mayor pretensión que cada individuo sea consciente de la piel propia, esto gracias al contacto directo con elementos externos, en el caso de esta pieza, a través de las plumas.
Así como muchas puestas en escenas performáticas, esta muestra tiene como finalidad estimular la receptividad del espectador, despertar sensaciones en las personas, aumentar su capacidad perceptiva. Todo esto gracias a la creación de un estado de alerta que al mismo tiempo sea satisfactorio, que le llame a querer experimentar más de la exposición.
Proyectos espaciales, 1997
Proyectos espaciales es un trabajo artístico de Esther Ferrer que no fue realizado de forma tan simple, mucho menos al azar. Fueron constantes años de meticulosa dedicación. Desde los años 60’ venía construyendo tales instalaciones. Realizó desde dibujos, hasta maquetas con estructuras de cartón, muy similares a aquellas maquetas arquitectónicas.
Todo este proceso creativo fue tan solo el principio para lograr su ejecución. En algunos de estos planos y maquetas fijaba hilos, a partir de los cuales medía regulares distancias entre sus puntos de sujeción; esto con la finalidad de que al colocarlos se crearan líneas que atravesaran el espacio siguiendo esquemas geométricos.
De todo esto hizo variaciones infinitas, de los cuales variaban pequeños detalles. Son muestras de una artista meticulosa, precisa y perfeccionista. Ferrer es la muestra de que la performance, a diferencia del happening como movimiento artístico, es un acto meticuloso, construido a partir de mucha dedicación, no es al azar, no es espontáneo, no es improvisado.
En el año 2018 se expuso una retrospectiva de la artista en El Museo Guggenheim Bilbao, donde se mostraron muchos de estos trabajos previos a sus performances, lo que llamarían en el cine “tras cámara”.
En sus instalaciones, para llevar a cabo todo lo planteado en sus dibujos y maquetas, la artista emplea cable, hilo, cuerda o elástico; la mayoría de estos de uso cotidiano, y además frágiles, para disponerlo de las paredes, el techo y el suelo desnudos, fijándolos a partir de clavos. Una instalación completamente minimalista.
Más tarde, la artista no se separa del uso de las líneas, y además de las formas geométricas. Parecen formas, estructuras y diseños que la acompañaron desde sus inicios. En muchas calles, al aire libre, llevó también estas puestas en escena performáticas, en las que también el público participaba. Creó caminos colocando cinta blanca en el suelo en diversas oportunidades, en distintos lugares a lo largo del tiempo.
Las risas del mundo, 1999
Al principio decíamos que el humor era una de las características de la obra de Ferrer; Las risas del mundo es precisamente una muestra de ello. Dentro de esta característica se une la ironía a partir del cual construye una suerte de corpus artístico con el que crea un marcado carácter artístico, crítico.
En esta obra se apropia del uso de sonidos naturales, orgánicos y efímeros de la risa, que, tras ser ordenado en un espacio determinado, deja a la suerte del espectador para que con éste haga lo que mejor le sea conveniente.
Emplea un gran mapamundi, y obre este suspende distintos aparatos electrónicos. En la muestra del Museo Guggenheim Bilbao colocó al menos cuarenta tabletas en las cuales se podían observar fotografías de bocas que pertenecían a diversas personas de distintas procedencias, edades, sexo, género… todas produciendo sonidos de risas.
Sin embargo, para lograr activar cada uno de tales sonidos, era necesaria la interacción del público. De esta manera podía funcionar y celebrarse el llamado “conciertos de la risa” (llamado así por la artista). Además, tal instalación se concibió con la finalidad de reproducirse de forma aleatoria, aunque dependía de la ubicación de cada participante sobre el mapa donde colgaban las Tablet.
De esta manera los visitantes podían experimentar la diversidad de las risas, tanto culturalmente, como socialmente distintas, sin la necesidad de mirar rostros para cautivarse por el cargado humor de la instalación.