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En el mundo de la arquitectura contemporánea, el terreno ha adquirido una relevancia notable, pues al final es la base sobre la que se construyen promociones inmobiliarias, edificios y fincas. La arquitectura bioclimática, tan en boca desde hace años por la terrible crisis ecológica y ambiental a la que nos encaminamos, bebe mucho de los postulados que a continuación te mostraremos.
El terreno no es más, pero tampoco menos, que el elemento clave a partir del cual se ponen en marcha proyectos arquitectónicos que estructuran y vertebran la sociedad. Y a partir de ahí, comprender cómo influye la ocupación del espacio es clave para hacer de esta disciplina, la arquitectura, un bien social y económico.
El terreno como lienzo arquitectónico
Si establecemos un símil entre arquitectura y pintura, el terreno es el lienzo de los arquitectos. Es el punto de partida desde el que comienzan a construirse los distintos proyectos edificatorios. Si echamos nuevamente mano de los principios de arquitectura bioclimática, esta tiene muy presente cómo las características topográficas, la geología, la vegetación, la ubicación geográfica y la orientación son variables muy a tener en cuenta.
A partir de ellas podemos adquirir un terreno urbano para crear proyectos que sean más amigables con el medio ambiente y que, como consecuencia de ello, aprovechen mejor las condiciones físicas del terreno. De este modo estaremos consumiendo menos recursos durante el tiempo de vida de esos proyectos.
Podemos mencionar ejemplos muy significativos de lo que supone no sacar partido de ese lienzo arquitectónico: las islas de calor que se producen en los grandes núcleos urbanos por construir grandes bloques sin espacios verdes bien ejecutados o la continua invasión del litoral urbano o las llanuras de inundación de los ríos.
El terreno como desafío y oportunidad
Muy vinculada a la idea anterior está el hecho de considerar el terreno como un doble reto, el de desafío y oportunidad. Las zonas más cercanas a los ríos y lagos siempre han proyectado vida, son espacios fértiles donde se han asentado las grandes civilizaciones de la historia.
La oportunidad, por tanto, está en ese aprovechamiento no solo para generar riqueza económica, también para impulsar el desarrollo social. El comercio no habría sido posible sin el establecimiento de comunidades en cruces de caminos, puertos fluviales o desembocaduras de ríos.
Y si toca hablar del terreno como desafío, vemos un ejemplo muy claro en los bancales. En la agricultura, una forma de aprovechar los terrenos fértiles con pendientes, por ejemplo los valles montañosos, fue crear terrazas en las laderas para conseguir superficies planas sucesivas para el cultivo.
La arquitectura históricamente también ha sabido sacar partido de estas dificultades. Y en un momento como el actual, donde ya cada vez más gente es consciente de que habitamos un planeta con recursos finitos, es vital tomar conciencia de las limitaciones de espacio, las condiciones climáticas adversas y la capacidad innovadora y de eficiencia que desarrolla la propia disciplina.
La relación entre el terreno y la funcionalidad
La arquitectura no puede dejar de lado el terreno porque en el aprovechamiento de este está la capacidad de crear proyectos que sean duraderos. Si volvemos a la historia, cómo es posible que la Acrópolis en Atenas se mantenga en pie 2.500 años después de su construcción. Y como este ejemplo podemos mencionar otros: las Pirámides en Egipto, el Coliseo en Roma o… si nos vamos siglos más atrás, las edificaciones neolíticas como Stonehedge.
En todo proyecto arquitectónico uno de los pilares es alcanzar el equilibrio entre terreno y funcionalidad. Los profesionales de esta disciplina han de tener siempre presente cuál es la mejor forma de optimizar el uso de los espacios.
Si hablamos de arquitectura contemporánea deberíamos priorizar la eficiencia energética, las vistas panorámicas, la utilización a conveniencia de los recursos naturales sostenibles: sombra, viento, corrientes, cursos fluviales o insolación.
El terreno como inspiración creativa
Una última variable que relaciona arquitectura con terreno es la creatividad. Los arquitectos siempre han sabido poner su sello personal a través de la inventiva y aprovechando las potencialidades del terreno.
En este punto es importante valorar los conceptos de paisajismo e impacto visual. Un ejemplo recurrente es el del litoral español, que está inundado de mamotretos y desastres urbanísticos, desde la Costa Brava a la Costa de la Luz, sin dejar de lado la cornisa cantábrica y las islas.
Pero, al igual que hay casos que no se deberían repetir nunca, que están ahí como muestra de proyectos poco afortunados, otros muchos son justo lo contrario. La nueva bodega Beronia se enclava en plena Rioja Alta, pero añadiendo calidad visual al paisaje. Este proueto, obra del estudio IDOM, es un paradigma de lo que se puede crear cuando se fusionan paisaje, terreno y gusto por la arquitectura.
El Estadio Municipal de Braga, construido con motivo de la Eurocopa de fútbol celebrada en Portugal, es otro ejemplo paradigmático de esta realidad. Es obra del arquitecto Eduardo Souto de Moura y recibió el Premio Pritzker de arquitectura en 2011. El creador aprovechó la cantera de Monte Castro, desde la que se divisa buena parte de la ciudad. El estadio solo cuenta cuenta con gradas a ambos lados del terreno de juego. Y cada grada se cubre con una cubierta al estilo de techo. Los fondos son la propia cantera y unas vistas panorámicas a la ciudad.