Contenidos
El Realismo de Edward Hopper por fin ha llegado a Madrid. Nacido en Nyack en 1882 es considerado uno de los pintores más importantes de EE.UU del siglo XX, y su llegada al Museo Thyssen merece una celebración acorde a su obra.
Destacado por sus cuadros realistas que se desarrollan en diferentes lugares urbanos de la América de los años 20, la exposición reúne la más amplia y ambiciosa selección de sus obras que se haya mostrado hasta ahora en Europa.
Toda la colección que se podrá ver estos días en Madrid con el mejor realismo de Edward Hopper proviene de préstamos procedentes de grandes museos e instituciones como el MoMA y el Metropolitan Museum de Nueva York, el Museum of Fine Arts de Boston, la Addison Gallery of American Art de Andover y de algunos coleccionistas privados, con mención especial al Whitney Museum of American Art de Nueva York, que ha cedido 14 obras del legado de Josephine N.Hopper, esposa del pintor.
A pesar de su notable impronta y repercusión en Europa, su trabajo apenas se ha expuesto en el viejo continente. La muestra junto con la Réunion des musées Nationaux de Francia presenta una selección de 73 obras y analiza la evolución de Hopper en dos grandes capítulos.
El primero de ellos, arranca con su paso por el estudio de Robert Henri en la New York School of Art y recorre el periodo de formación del artista, con obras que, de 1900 a 1924 aproximadamente, ya empiezan a reflejar su estilo propio. La segunda parte se centra en la producción de su etapa de madurez y repasa su trayectoria artística de manera temática, destacando los motivos y asuntos más recurrentes de su trabajo, aunque siguiendo siempre un hilo cronológico.
En sus inicios, Hopper se empapa de un realismo moderno que se separa del academicismo dominante. Sus primeras obras ponen de manifiesto la relación de su pintura con la tradición americana que retrataba la sociedad de estos inicios del siglo XX. En 1906, se traslada a París, donde el contacto con el Impresionismo allana el camino para que se forje su particular tratamiento de la luz y de la sensualidad.
En esta época, el realismo de Edward Hopper representa el lugar en el que vive, en la Rue de Lille. A su vuelta a Estados Unidos, se ve obligado a trabajar como ilustrador en revistas profesionales y en publicidad, un oficio que intenta compatibilizar con su vocación artística.
Muchos de los temas que utiliza más tarde como el ocio, el espectáculo o la burocracia tienen sus antecedentes en los dibujos que realiza para estas publicaciones, aunque el resultado sea radicalmente opuesto: en las ilustraciones muestran imágenes positivas que apelan al consumismo y la diversión, los lienzos inciden en la apatía, el drama y la soledad de sus personajes.
El primer episodio importante para la evolución de la pintura de Hopper es el descubrimiento del grabado. El artista opta por acentuar los contrastes entre luces y sombras, empleando el papel más blanco con las tintas negras más densas.
En 1923, Hopper realiza sus primeras acuarelas, utilizando como tema principal las casas victorianas. Su encuentro con esta técnica marca el segundo momento destacado que determinará el desarrollo posterior de su obra.
A partir de 1925, la obra de Hopper cobra definitivamente su fuerza formal y poética. Casa junto a la vía del tren anuncia ya su estilo inconfundible. En su madurez artística revela los momentos de consolidación de los grandes temas en su obra.
La vida en la ciudad, la intimidad, el aislamiento y la melancolía. La mayoría de sus lienzos presentan escenas de la vida cotidiana en Estados Unidos. Son temas norteamericanos que interesan a sus conciudadanos y muestran la vida moderna.
A primera vista, sus composiciones pueden parecer extraordinariamente sencillas, pero enseguida se descubre una cuidada y estudiada elaboración. Además de las personas, otro de los temas preferidos de Hopper es la arquitectura.
Centrando su atención en un edificio aislado, como en la ya mencionada Casa junto a la vía del tren, pero otras veces el edificio forma parte de un entorno urbano, como en La ciudad (1927) o en El Loop del puente de Manhattan (1928).
Hopper fue uno de los principales representantes del Realismo del siglo pasado, pero fue ignorado por el público prácticamente hasta la edad de 43 años cuando estrenó primera exposición en la Rehn Gallery de Nueva York y poder a partir de entonces dedicarse por completo a la creación artística. Y en apenas una década, sus obras llenaron las paredes del MOMA de Nueva York.
Americanismo y realismo son desde sus comienzos, los estilos de su pintura. Sus cuadros son un fiel retrato del país. Revelan su cara más moderna, pero sin idealizarla, mostrando la realidad de manera simplificada.
Aunque existen algunos paisajes y escenas al aire libre, la mayoría de sus obras se desarrollan en lugares públicos, como bares, hoteles, estaciones, trenes, entornos prácticamente vacíos y con fuertes contrastes entre luces y sombras que acentúan la soledad y el dramatismo del hombre moderno.
La muestra del Museo Thyseen-Bornemiza se completa con un simposio internacional que tendrá lugar del 19 al 22 de Junio. Conocida la afición de Hopper por el cine y su influencia en numerosos cineastas de la época y posteriores es el eje de este evento que se celebrará en paralelo a la muestra bajo el título Edward Hopper, el cine y la vida moderna.
Las jornadas reunirán en Madrid a importantes expertos del mundo del cine y del arte que irán alternando conferencias y la proyección de documentales y largometrajes.
Curso Online en el Thyssen sobre Hopper, su obra, vida y el cine
Este curso que lanza «Educathyssen» sobre la influencia de Edward Hopper ha tenido en el cine, se puede realizar de forma gratuita en 13 videoconferencias de diferentes profesionales como críticos de arte, historiadores o cineastas. Puedes elegir su orden según prefieras.