¿Cómo podemos abordar el duelo en los niños? ¿Qué podemos hacer para ayudar a que los niños se enfrenten y superen la pérdida de un ser querido? La Fundación Salud y Persona, una entidad sin ánimo de lucro experta en el ámbito de la salud y bienestar emocional, nos habla sobre este doloroso proceso y nos ofrece algunos consejos para superar uno de los momentos más difíciles en la vida de cualquier persona y que afecta de forma especial a los más pequeños.

Como decía el catedrático de psiquiatría en la Universidad Stanford, Irvin Yalom solo hay dos cosas en el mundo que el ser humano no puede mirar directamente: el sol y la muerte. Sabemos que la muerte es parte de la vida, y desde que nacemos, estamos destinados a crecer y envejecer hasta fallecer. Envejecer es una oportunidad; la alternativa, es morir.

Sin embargo, en ese transcurrir de tiempo y vida, inevitablemente se sufre la pérdida de seres queridos. Es entonces cuando la persona se enfrenta a un proceso de duelo que puede ser más o menos extenso, porque el duelo es dolor, tal y como el origen de la palabra indica. «Es un proceso de adaptación a la nueva situación que genera la pérdida y cada uno lo vive de manera muy personal y distinta», explican desde la Fundación Salud y Persona, una entidad sin ánimo de lucro experta en el ámbito de la salud y bienestar emocional.

El duelo supone un «trabajo» que pesa mucho y requiere tiempo, como parte de un proceso que conlleva unas tareas para que se viva de manera «normalizada» y que el dolor no se enquiste, complique o paralice la vida cotidiana. «No hay que olvidar nunca   –matizan– que el duelo es la otra cara del amor; al que ama, le duele la pérdida; donde no hay amor, no hay dolor».

La pandemia por la COVID-19 nos ha hecho estar en continuo contacto con el duelo, y en muchos casos estas pérdidas se han dado de manera inesperada y repentina en el tiempo. Como indican desde la Fundación Salud y Persona, «hay que tener presente que si el duelo es duro para un adulto, aún resulta más difícil para los más pequeños. Para empezar porque su sensación de seguridad se tambalea. La pérdida repentina sobre todo genera una sensación de falta de control y de seguridad que puede llegar a ser muy abrumadora».

Pero, aunque la mayoría de las veces asociamos duelo a muerte, como bien indican desde la Fundación Salud y Persona, este proceso engloba otras pérdidas: pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, de una mascota, pérdida de una relación…. El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida.

Las necesidades concretas de los más pequeños

Hasta principios del pasado siglo se pensaba que un niño era un adulto en miniatura, es decir que la única diferencia era el tamaño. Actualmente sabemos que las diferencias a nivel cerebral entre ambos son abismales. No solo a nivel neurobiológico, que también, sino en la forma en que percibimos la realidad.

Los niños tienen ciertas características en su forma de percibir el mundo que los hace mucho más vulnerables ante cualquier experiencia intensa o dolorosa. No tienen una capacidad de pensamiento abstracto o reflexivo, por tanto, perciben la realidad de una manera más cruda, sin capacidad de poder dar un significado a las cosas.

La realidad es vivida más por lo que le cuentan que por lo que ellos perciben y, en caso de discrepancia, le darán más valor a lo que se les expliqué o diga que a lo que ellos sientan.

Los niños viven en un eterno presente. No tienen una concepción del tiempo como la tienen los adultos. Especialmente en edades tempranas, por ello debemos tener presentes que los más pequeños, dependiendo de su edad, afrontan la pérdida de un ser querido de una forma muy diferente a cómo lo vive un adulto. En la infancia no se tiene consciencia del significado y de lo irreversible de la muerte hasta los nueve años, pero sí son capaces de percibir una ausencia mucho antes, incluso siendo bebés.

Como explican desde la Fundación, aunque cada persona lo experimenta de forma diferente, el duelo en los adultos va pasando por unas fases frecuentes (negación, negociación, depresión, ira y aceptación) que suponen una ruptura brusca con la realidad, en cambio en la infancia difícilmente se interrumpe su dinámica diaria y puede que no experimenten reacciones emocionales inmediatamente.

El duelo infantil tiene más que ver con necesidades concretas que se ven afectadas con la pérdida de una persona con la que tenía un contacto muy cercano. Por ello, como adultos, debemos saber cubrir esas necesidades y responder a las preguntas, ya que en la infancia, la muerte genera mucha curiosidad y como nos indican los expertos, aunque estos consejos se orientan a gestionar de forma correcta la pérdida de un ser querido, pueden adaptarse a cualquier otro tipo de duelo.

5 consejos para ayudar a los niños a enfrentar el duelo

1. Cuándo y cómo decirlo

Según indican los expertos de la Fundación Salud y Persona, conviene comunicarlo lo antes posible, y lo más idóneo es no utilizar eufemismos que les generen confusión como “se ha ido al cielo”, “está con los ángeles” o  “se ha quedado dormido para siempre”.

Además es muy importante tener en cuenta las características individuales y la edad que tenga el niño o la niña a la hora de explicarle lo sucedido. «Es importante que respondamos a sus preguntas por muy alocadas que sean: esto les dará seguridad. Y si desconocemos la respuesta, debemos ser capaces de admitir que no lo sabemos y que para nosotros tampoco es fácil entenderlo», indican los expertos de la Fundación.

2. La forma de expresar sus sentimientos

Cada niño y niña va a tener su forma de expresión de lo que siente, es importante mostrarse atentos y ayudarles a que se den cuenta de que esa expresión de rabia quizás es dolor, es tristeza… Es consecuencia de cómo se sienten en relación a la pérdida que acaban de experimentar.

Lo importante es que noten nuestra presencia y nuestro acogimiento. Es más, conviene animarles a expresar lo que sienten. A veces se nos escapa un “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”… Mensajes como estos coartan la libre expresión e impedirán el procesamiento de la pérdida.

3. La importancia de las rutinas

Es importante mantener las rutinas, ya que esto les aportará seguridad. «Podemos explicarles lo que pasará de aquí en adelante, contarles que quizás algunas cosas cambien pero que otras van a seguir igual, eso les vendrá bien saberlo», indican desde la Fundación Salud y Persona.

4. Expresar nuestros sentimientos

Sin duda, no hay que tener miedo a compartir la tristeza, la rabia, la impotencia delante de los niños. Si escondemos nuestras emociones y les mostramos que todo va bien, ellos aprenderán a congelar sus emociones y el daño puede ser mayor.  «Es normal pensar que tenemos que proteger al niño o niña de nuestras lágrimas, o que no queremos que sufran más de la cuenta. Pero si les mostramos de vez en cuando que los adultos también lloramos por la pérdida de una persona que queremos, ayudaremos a normalizar la expresión de la tristeza de manera sana», nos explican los expertos de la Fundación.

La tristeza de la pérdida es, como todas las emociones, una palanca de crecimiento que fomenta en la infancia el desarrollo de la empatía, la compasión y la resiliencia.

5. ¿Existen las palabras mágicas?

No hay una manera mágica de acabar con el dolor, pero podemos ayudar a aliviar ese sufrimiento diciendo cosas como: “Entiendo que te sientas así, duele mucho perder a alguien”, “Es terrible lo que ha pasado, cuando lo necesites puedes decirme cómo te sientes”, “A mi también me entran muchas ganas de llorar cuando pienso en él/ella”, etc. Explicarles que estás ahí para cuando esten preparados para compartir sus sentimientos les dará un punto de apoyo para sentirse seguros y acompañados en el duelo.

El miedo a la muerte es natural, y muy útil casi siempre, porque nos pone en guardia. Y la tristeza es la antesala del fin de cualquier duelo, para llegar a la aceptación. El problema está en la incapacidad para aceptar lo irremediable, porque los cambios inevitables que no aceptamos nos hacen sufrir mucho más. Por eso, ayudemos a quienes más queremos a afrontar estos cambios de forma emocionalmente inteligente. Por su bien, y por el nuestro.

La Fundación Salud y Persona es una entidad sin ánimo de lucro experta en el ámbito de la salud y bienestar emocional. La Fundación presta servicios en toda España a empresas tanto para sus clientes como para sus empleados, potenciando la salud, la prevención y el bienestar.Cuentan con más de 400 centros en toda España.

Todos sus psicólogos son colegiados con posgrado en su especialidad y reconocidos todos ellos por su colegio profesional y sus respectivas comunidades como psicólogo general sanitario.Su fin fundacional es: Ayudar a la mejora de la salud integral de las personas mayores, que se encuentren en situación de precariedad, soledad o en riesgo de exclusión social.

Dar soporte psicológico a gente mayor y otros colectivos. Ayudar a entidades humanitarias sin ánimo de lucro que actúen en situaciones  de crisis humanitarias.